VINCLES
Iniciativa de CaixaForum per impulsar la cultura.
Llucià Homs
Bona tarda a tothom. El bosc ens planteja un univers de camins. Camins encertats, incerts, erronis, però sovint els que parlen de camins erronis desconeixen que són precisament aquests els que ens porten a descobrir nous horitzons.
El bosc, el que ens planteja, són camins per transitar per la vida. Per això, quan comencem aquests diàlegs de CaixaForum ens agrada explicar que, el conte de Hänsel i Gretel que els germans Grimm recopilen a primers del XIX ens narra que, els nens abandonats al bosc pels seus pares perquè no els poden mantenir, perduts en la seva frondositat, van deixant pistes. Primer engrunes de pa i després pedres, que els permetin trobar el camí cap a casa.
Aquesta simpàtica, però alhora torbadora història, explica d’alguna manera el que fem cada dia a Hänsel i Gretel*. Publiquem una ressenya, un text, una opinió, una imatge que, a la manera de pistes mentals, ens permet endinsar-nos al bosc sense perdre’ns. Són referents per avançar i per caminar, al temps que són, també, moments per a la reflexió pausada i profunda.
Escoltant el remor del bosc i el cantar dels ocells, amb la calma i el diàleg íntim, fem parades en el camí del bosc per rumiar sobre els grans debats de la nostra societat. I és que en una societat cada cop menys inclinada a la curiositat, també fruit de la proliferació de la sobreinformació, la popular expressió “la curiositat va matar el gat” s’ha tornat buida; indesxifrable.
Nosaltres diem que la curiositat va salvar al gat, i aquest és el nom del cicle que el Fèlix Riera va idear i que, gràcies a la Fundació LaCaixa, ens permet endinsar-nos conjuntament en el bosc per reivindicar la curiositat.
En moments de falses certeses, de desorientació, com els que estem vivint amb la pandèmia, provocada per un enemic que ni tan sols podem veure, cal atrevir-se a mirar i explorar el que encara no coneixem i quina millor manera de despertar la curiositat que a través del diàleg.
Convido a venir a l’escenari a la Nuria Labari i al Màrius Serra.
*
LLH: Ja us podeu treure les mascaretes.
MS: Oh, que bé!
LLH: Nuria, Màrius, bienvenidos al bosque de Hänsel i Gretel*. Bienvenidos al bosque de la curiosidad. Es un privilegio teneros hoy aquí para hablar de algo tan ancestral como lo son los vínculos que establecemos, y se establecen, entre las personas.
El tema de hoy es fascinante, porque todos establecemos vínculos con nuestros progenitores y, pese a que hay quien no tiene hijos, sí que todos socializamos con amigos o conocidos.
En estos diálogos lo que buscamos es una conversación íntima entre dos personas. Una parada en el camino del bosque que nos ayuda, de alguna forma, a ampliar horizontes reflexionando sobre aspectos de la condición humana.
Si os parece bien, empezaré leyendo algunas ideas, apuntando alguna reflexión, pero tomaros la libertad de interpelaros libremente, de cortaros y de entrar en la conversación; como tiene que ser un diálogo.
Lo primero, por mi parte, es agradecer el esfuerzo de haber venido aquí, especialmente en el caso de Nuria, que ha venido desde un pueblo de Ávila, pasando por Madrid, con lo tiempos que corren.
Dejadme que lea al menos cuatro notas biográficas de cada uno de vosotros.
Nuria Labari es periodista y escritora, nació en Santander y estudió ciencias políticas en la Universidad del País Vasco. Esta especialista en nuevas narrativas digitales fue reportera en el equipo de especiales de elmundo.es y redactora jefa de la revista Mary Claire, para acabar de subdirectora de Mediaset y, ahora, de directora de contenidos de Megamedia. Una carrera trepidante que ha compaginado con la escritura de novelas de éxito como El gran libro de los niños extraordinarios, Cosas que brillan cuando están rotas, o Los borrachos de mi vida.
Desde hace un par de años publica regularmente unas interesantes columnas de opinión en el País y, su última novela, La mejor madre del mundo, es un relato transgénero que combina crónica social, ensayo y autobiografía.
Màrius, nacido en Barcelona es, como Nuria, escritor y muchas otras cosas. Licenciado en Filología inglesa, es miembro de la sección filológica del Institut d’Estudis Catalans, sus creaciones giran alrededor de la literatura y la comunicación y, un tema clave en su trayectoria, es el juego. Su obra literaria, galardonada con premios como el Ciutat de Barcelona, Serra d’Or, Ramón Llull, el Sant Jordi, comprende novelas como Mononcle, Com s’escriu una novel·la, Plans de futur o Res no és perfecte a Hawaii. Ensayos como Verbalia o D’on trec el temps y, entre todos ellos, un libro muy personal: Quiet. En él relata la vida al lado de su hijo discapacitado que, desafortunadamente, falleció.
Actualmente es columnista y responsable dels mots encreuats, el cruigrama en catalán, de La Vanguardia, así como de los espacios Lecturalia y Enigmàrius de Matí de Catalunya Radio que tantos ratos me ha hecho pensar, mientras me ducho por las mañanas, al intentar descifrar los enigmas que plantea.
Nuria, Màrius, hablemos de los vínculos entre las personas.
Vosotros dos, ¿os conocíais personalmente antes de este acto?
MS: Personalment no.
NL: No, no.
LLH: Màrius, ¿hay algún vínculo más fuerte, emocionalmente, que el que se establece entre un padre, o una madre, y su hijo?
MS: Siempre es difícil de decir. Ante todo, molt bona nit a tothom i enhorabona per haver vingut aquí malgrat la situació, eh?
Para responderte, es un tópico decir que, entre padres e hijos, el vínculo que hay es el más estrecho que puede haber. Es un tópico. Los tópicos siempre tienen una parte de razón y, por eso, sucede. Es una relación que no es horizontal, por lo tanto es una relación que tampoco es buscada. Digamos que te han tocado los padres que te han tocado, te tocan los hijos que te tocan, o tu como hijo le tocas a alguien. No existe tanto la afinidad electiva como con los amigos, con una pareja… Sin embargo, tal vez por eso, es más ancestral. Más intenso. Indudablemente tiene un elemento que no suelen tener otro tipo de relaciones: uno es siempre hijo de sus padres y padre de sus hijos.
Aquel tópico, ya absolutamente trasnochado, de películas en blanco y negro, de hasta que la muerte los separe, eso es la realidad de este vínculo entre padres e hijos. Hasta que la muerte nos separa.
Nunca puedes dimitir, aunque pueda parecerlo, de esa relación.
NL: Creo que el tema de los vínculos está muy bien traído a esta situación que vivimos y que ya, hoy, los que estamos en esta sala, creo que tenemos un vínculo elegido. Hemos elegido muchas cosas para encontrarnos aquí: pues que la cultura es segura, dar un lugar a la palabra, seguir haciendo cosas; no cosas cualesquiera, sino venir aquí a escuchar una conversación, formar parte de ella, todos y cada uno.
Me dijeron que podría haber salido por una de esas pantallas y he elegido estar aquí, y un poco eso mismo sucede con los padres y los hijos.
Es verdad que yo he escrito una novela sobre maternidad, sobre mi propia experiencia de maternidad, pero fíjate que esto de que un padre es padre de sus hijos hasta que la muerte los separe, que es algo que parece que no podríamos decir nada en contra, en realidad ahora, pasa también con las maternidades y las paternidades, que cada vez son más elegidas.
Estamos en un momento donde es muy oportuno pensar en cómo se construyen esos vínculos.
Un hijo, ahora, es el hijo de la madre que lo da a luz, pero esa es una definición que se nos ha quedado muy corta. A lo mejor es hijo no solamente de la que lo da a luz, sino del óvulo que lleva, pero si yo no puedo tener hijos y cojo el óvulo de otra señora, entonces prima que sea hijo mío porque lo he dado a luz, pero hay otras personas que a lo mejor creen que no.
Hoy, mientras hablamos aquí, hay granjas de mujeres teniendo hijos.
El vínculo, cada vez más, tiene un factor de elección, yo creo, y las maternidades y paternidades, aunque tienen ese vínculo ancestral que llevamos todos, pues es verdad que creo que toca mucho debatirlas y hablarlas, porque de nuestras elecciones depende un poco el modelo de sociedad. Desde lo micro, como este encuentro de hoy, hasta lo macro.
LLH: Nuria, las tipologías de los vínculos entre personas son infinitos pero, ¿no hay algo cultural que marca este universo de relaciones afectivas; no viene muy condicionado por nuestra herencia cultural?
NL: Sí, viene absolutamente -y debo decir desgraciadamente- condicionado en muchísimos casos. Por ejemplo, en el tema sobre el que yo más he pensado, la maternidad: el último anuncio de El Corte Inglés para el día de la Madre decía “Madre: 90% entrega, 85% sacrificio, 10% abnegación” y se quedaron tan anchos con la campaña.
Empezó a haber una reacción de “yo no me reconozco ahí”. El vínculo de la madre está muy trabajado entorno al sacrificio. Te dicen: “cada vez que tienes un hijo ha nacido alguien por quien harías lo que fuera y por quien soportarías lo que fuera”.
Está muy construido el “deber ser materno” llevando incluso a soportar relaciones tóxicas, hasta maltratos. Si alguien tiene una pareja que le hace según qué cosas, la sociedad le va a decir que salga de esa relación. Si una madre tiene un hijo que hace según qué cosas (robarle, insultarle, muchas cosas) vemos que, a menudo, esto tienes que aceptarlo porque es tu hijo.
De nuevo, ahí, parece que lo que no definimos, o las cosas sobre las que no pensamos, están vacías. Son vínculos que nos inventamos, que mi relación con mi madre es mía y que la tuya es tuya, pero resulta que no. Las cosas sobre las que no pensamos están llenas de prejuicios y de ideas que quizás debemos plantearnos.
MS: Sí, respecto a eso.
Los prejuicios son muy generales sobre el tema de la maternidad, pero justamente también tienen un reflejo en la paternidad, que supuestamente tiene que llevar un determinado camino en el que otros tampoco nos reconocemos.
Hay ámbitos sociales con los que he tenido relación por la vía familiar, y también profesional, como la estructura escolar en la que hay unos roles muy predeterminados para unas reuniones muy determinadas de padres que parece que solo estén enfocadas a madres, donde yo me encontraba constantemente. Y más siendo padre de un hijo discapacitado. Con lo que la necesidad de protección que la sociedad presuponía era aún mayor. Entonces el foco se ponía, aún más, en el prejuicio o en el arquetipo maternal.
NL: Claro. Es que pienso que todos estos prejuicios hay que hacerlos saltar por los aires. Pensarlos. Y que cada uno construya sus vínculos.
El tema de los padres es todavía peor.
Todos los padres que nos han contado desde Disney hasta Homer Simpson, cualquier película mainstream que vean ahora los niñ@s, son por definición torpes emocionales. Ese papel es el que le toca al padre.
Bueno, lo que nos han contado. Y Thomas Mann parece ser que nunca se dirigía a sus hijos sino era a través de la madre de los chavales, que les hablaba siempre por este canal. Sí que tenemos la imagen de unos hombres -o, de nuevo, de un prejuicio- de que van a ser más severos, que no van a poder entender nada, que es bastante inútil hablar con ellos… Igual que a nosotras nos aprietan estos prejuicios en la maternidad, a vosotros creo que también. Yo no he visto padres así.
Tengo un estudio al respecto, sobre Disney, y es dramático. Las princesas van evolucionando, ya lanzan flechas. Muy bien, las chicas ya hacen de todo, ahora, los padres son siempre unos torpes.
MS: Como armarios, no tienen cintura.
NL: [Risas]. Es que no solamente hay que arreglar a Blanca Nieves. Es que todos son unos tíos que se quedan viudos y entonces ahí se acabó la saga porque no saben ni tener una conversación de dos minutos.
MS: De todos modos -y eso es lo que desanima más-, eso nos lleva a un modelo que teóricamente era un modelo periclitado a partir de los años sesenta. Era el modelo de mi padre, de la generación del año ’17, que además fue viudo con mis dos hermanas por parte de padre. Mi padre era de una generación en la que, teóricamente, no había una relación afectiva porque no tocaba. De repente, hubo un giro en los años 60 que supuestamente cambió todo eso. Sin embargo, estamos en 2020 y te encuentras que hay muchos de esos embriones de señor de película en blanco y negro que todavía están, como mínimo, en el imaginario de los publicistas, pero también en la realidad de los jóvenes, y eso inquieta.
NL: Total. Fíjate si marca la diferencia.
Han hecho un estudio en Suecia, que es poco retrógrado, el país, en que preguntaban a los niños con quién hablarían en caso de tener un problema.
Las respuestas dicen con la madre, con la profesora, con la abuela, con la cuidadora; el padre salía tipo el quinto.
Si los niños veían la tele, o Netflix, ya ahí tenían un tipo que es el torpe, o sea, con este no.
MS: Eso me hace mucha gracia porque hay una novela de Robert Davidson, sobre el quinto en discordia. Cojamos una figura de la ficción de la ópera, y de los grandes relatos, veremos que hay el protagonista, el antagonista, los secundarios del protagonista y del antagonista y, luego, hay un pobre desgraciado que es el quinto en discordia. Si pones al padre ahí, ya es un don nadie.
LLH: Màrius, la relación con tu hijo fue algo muy especial, muy extraordinaria. ¿Cómo viviste esa relación? Que dista mucho de ese quinto elemento que citas.
MS: Muy intenso. Fue nuestro segundo hijo; tenemos una hija que es Carla, la hermana mayor de Llullu. Cuando él nació, su hermana tenía cuatro años.
La relación fue como de película de terror, porque obviamente, ver definido tu hijo médicamente desde las cinco semanas de vida, que fue el primer toque de alerta, como todo lo que no será capaz de hacer, es una definición en negativo y es muy dura.
La vas asumiendo. Su madre y yo, cada uno, a nuestro ritmo. En eso, además, es muy habitual en los padres -con los que nos relacionamos luego- de niños con problemas graves con parálisis cerebral, llevan ritmos muy distintos. Porque hay una primera parte en que tú estás en guerra, en lucha contra una situación que quieres resolver, porque tú tienes la idea de enfermedad-diagnóstico-tratamiento y con suerte se resuelve. Poco a poco, cada uno va asumiendo que ese modelo heredado de una experiencia médica convencional no sirve para el caso de niños con pluridiscapacidad. Pero no lo aprendes de un día para otro, como tampoco lo asume una pareja al mismo ritmo. De echo hay muchas relaciones que se rompen en esa situación por un motivo u otro: por un exceso de protección maternal que deja fuera al padre, o por un “coje el dinero y corre” del padre, que dice “menudo lío, yo no sé gestionar eso”, pero quien no sucumbe, que tampoco es que eso sea un echo específico, tiene que aprender a vivir en una relación a distinto ritmo que el de su pareja.
Hasta que no pasas del verbo estar al verbo ser, lleva su tiempo. En mi caso, yo pasé antes al verbo ser que su madre, en el sentido de que tiré la toalla -seguramente por cobardía-, ella luchaba con medicinas alternativas, todavía veía posibilidades y yo, en cambio no. Pero eso me llevó a tener una relación muy intensa con él, basada en la paradoja. Mi centro vital siempre fue, siempre ha sido, y siempre es el lenguaje verbal, todas las lenguas que pueda, la literatura. En ese caso te tienes que relacionar con alguien con quien el lenguaje no va a ser una forma de relación bilateral. Yo le hablo a las plantas y naturalmente la hablé a él, y reaccionaba, porque hay una cuestión de vibración, pero tienes que asumir que hay que explorar otras vías de relación, como la piel.
Eso le da una dimensión muy intensa. Lo que sí que quiero transmitir es que, el dolor, ineludible en una situación como esta, no excluye ara nada -al contrario- el placer. No hay luz sin oscuridad y viceversa, porque aprendemos a disfrutar de los placeres o de la vida en función de una contraposición entre el dolor y el placer; entre la luz y la oscuridad.
El gran aprendizaje en esta relación tan intensa es cambiar tu punto de vista, relativizar cosas que, tal vez, te tenían preocupado y no tenían importancia, pero no renunciar, para nada, al placer, al humor; a la vida.
LLH: Hablábamos de los vínculos y de lo que tenía de cultural.
Aquí la amistad juega un papel importante y, muchas veces, esas relaciones de sangre que se establecen, o que nos establecen, en muchos casos se ven superadas por estos vínculos de amistad. ¿Cómo se establece esta tensión?
NL: Bueno, creo que pasa una cosa muy interesante. Recomiendo a todo el mundo la lectura del libro Quieto, que está en Anagrama, que relata la historia que Màrius ha esbozado aquí.
Yo he leído algunas historias: la suya, ahora, también, Paco Bescosa acaba de sacar un libro estupendo a propósito de su hija, que también tiene parálisis cerebral, y lo que aprendes ahí es que hay que construir un vínculo donde no sabes nada, no te sirve el prejuicio, vas desnudo. Y vas a tener que convivir con la luz y la oscuridad. Va a ser un vínculo basado en un aprendizaje y una superación y en algo que, de no haber existido esas dos personas, no habría existido jamás. Eso es lo que tiene de maravilloso, también, una historia como la que cuentas tú.
Eso lo tiene también la amistad. A veces, esas relaciones de sangre en las que hay tantas cosas que ponemos en nuestra cabeza, por ejemplo, sobre un hijo, que nace sano pero con unas expectativas que les ponemos que, para ellos, son como ladrillos. Por lo tanto, cómo proyectamos a ese ser. Para que nos hagamos una idea: hay guarderías bilingües a partir de los dos años para que los niños hablen chino. Algunas madres me dicen “¿no crees que es mejor que hablen chino, que es el idioma del futuro?”
MS: Pero chino mandarín, sino no sirve, cuidado.
NL: Claro, lo que tienen las buenas relaciones, es ese camino donde vamos las buenas parejas, las buenas historias de amor; ya sean filiales, amistosas, lo que sea. Yo creo que nos obligan a recorrer un camino único, singular, que requiera de atenciones de amor y de una mirada apasionada sobre el otro.
Esto, aunque parezca mentira, no se da siempre en las relaciones paternofiliales. A veces la enfermedad ayuda a que eso pase. Así de malitos estamos en la cabeza.
Con los amigos, a veces, sucede eso. A veces nos pasa que tenemos unos vínculos familiares tan destruidos, no basados en atención apasionada, en intentar descubrir a quién tenemos delante, encantarle, tocarlo, conocerlo, sino que nos lo imaginamos con un deber ser que traíamos puesto, se lo colocamos. Y todo es una guerra hasta que esta persona hace unos amigos y no quiere volver a casa. Creo que la explicación está aquí, en poder construir los vínculos como esta idea, que a veces solo somos capaces ante una adversidad total. “Efectivamente, he tenido un hijo enfermo, tengo que borrar y enfrentarme a esto de cero”.
Yo leo tu libro y pienso, yo tengo que poder darle eso a mi hija. Tengo que darle esta oportunidad de no inventármela. Lo tengo todo a favor. ¿Y si la miro? A todo eso ayuda más un libro como el tuyo que muchos de los mensajes que recibimos por doquier y en todas partes.
LLH: Màrius, ¿debilita la amistad, el vínculo de sangre?
MS: Digamos que, para mí, la amistad, eso que hablábamos al principio, tiene ese elemento electivo. Es tu elección. Buscas una sintonía.
El vínculo de sangre, que es maravilloso, que a demás existe, se siente, hay que relativizarlo, porque a menudo ha venido vinculado con relaciones de poder. Claramente, el patriarcado -ahora que todo el mundo habla de ello- es una estructura vertical.
NL: Y no lo he dicho yo, ¿eh? [Risas].
MS: La relación de un padre a la vieja usanza era la relación de un emir, de un rey, de un virrey, de alguien que tiene a gente debajo. Los vínculos de sangre, cuando se basan en intereses, no tienen nada que ver con las relaciones electivas, afectivas y emocionales. Por lo tanto, el modelo de familia ya no se basa en el principio de sangre mayoritariamente, de echo existen múltiples ejemplos de familias cuyos hijos son adoptados, que no tienen un vínculo de sangre directo y, en cambio, tienen un vínculo afectivo. Siempre es difícil porque hablamos de una de las grandes instituciones de occidente, el patriarcado, la familia.
Si empezamos a poner en cuestión esas palabras, como propiedad, parece que todo se desquebraja y la gente comienza a ponerse nerviosa, pero, sin duda, hay que relativizarlas. Hay que ponerlas en un segundo plano. Los modelos de familia actuales no tienen nada que ver con los de hace treinta años. Tú vas a una reunión de padres y hay dos madres, gente que comparte hermanos por parte de una anterior pareja más la otra y, en el fondo, eso es como ir al notario y que te dibujen un árbol genealógico. No tiene nada que ver con las relaciones interpersonales que se pueden establecer. Pueden ser malísimas, con vínculos de sangre inmaculados y muy convencionales y pueden ser buenísimas sin ningún vínculo de sangre real.
Yo soy muy partidario de la amistad. Ramón Llull tiene una palabra antigua en catalán, la misíssia, es la amistad, pero ya es una palabra en desuso.
Yo crecí como lector. Soy del ’63, tengo juventud acumulada, pero a los finales de los ’70 empecé a ser lector de Julio Cortázar, como adolescente, y todo ese universo es el universo de los amigos. La gente tiene una relación horizontal y es como una nueva clase social. Los amigos. No las familias. No las estructuras de quién es hijo de quién, como se forman muchas oligarquías en todas partes del mundo, sino los que elegimos, los que nos sentimos cercanos, los que vibramos.
Yo creo que algo de ese espíritu se ha trasladado al modelo de familia que no me atrevería yo a decir preponderante actual, pero sí cabe decir que basta ir a una reunión de padres. Mi pareja es maestra de P3, y ver los padres jóvenes y su casuística ya es impresionante.
Por la tanto, no quisiera hablar mal de las familias de sangre -que no deja de ser una metáfora, lo de la sangre- pero pongámoslo en un segundo plano porque por delante están las relaciones reales de cada día, emotivas y, en el caso de la maternidad y la paternidad, también de gestión, de diferencia, porque no nos olvidemos de que hubo una época en que los padres tenían que ser amigos de sus hijos; eso está muy bien pero no puedes dejar de saber desde donde hablas, si eres el padre o la madre, no pretendas que tenga contigo conversaciones del mismo tipo que las que tiene con sus amigos o amigas, con sus congéneres.
NL: Yo, como activista, estoy totalmente en contra de las relaciones de sangre. Sobretodo del mandato este bíblico de amarás a tu padre y a tu madre.
Os propongo un juego.
MS: ¡Ai sí, seguro que me encanta!
NL: Vamos a jugar a no cumplir este mandamiento. Es un embrujo maravilloso. Hoy podéis, todos, no tener la obligación de tener que querer a vuestro padre y a vuestra madre. Vivimos en otro mundo y, en este mundo, esto no es obligatorio. Siéntanse livianos, y quien haya estado mucho en un psicoanalista imagínense qué ahorro.
También lo aplicamos a los hijos. No sientan que les tienen que querer. Yo tampoco, nadie tiene que querer a sus hijos. No pasa nada. Entonces, ahora, lo que podemos hacer es elegirlos.
Ahora, si después de haberse quitado ese peso de encima, imagínense, por ejemplo, yo jugué a este juego y aún y no ser obligatorio, yo seguía queriendo a mi madre. Vale, pero entones puedo elegirla. Esto es una cosa increíble, porque aquí os está hablando.
Yo, por ejemplo, fui una niña muy complicada, enferma, coja, estuve postrada en una cama tres años, mi madre estuvo ahí cuidándome. Y ese es un tema del que yo como adulta casi nunca le había ido a hablar. Cuando hice este juego de elegirla pensé “tengo que decirle a mi madre por qué es mi madre elegida”, por que, claro, en el deber ser de los padres viene una cosa también muy chunga, que es que jamás, aunque quieras a tu madre, nunca un hijo viene a decirte “gracias mami, ahora que lo pienso dejaste de trabajar, no sé si querías hacer otras cosas con tu vida, mamá”. Si a mí me quitaran de escribir sería un golpe fuerte. Y, por quitarme esta obligación de no te tengo que querer, tuve esta otra conversación con mi madre.
Ahora, en este estado de cosas que tenemos, ojalá salieran 10 o 20, además, una por cada padre y por cada hijo, pueden salir, si somos, 100, casi 1000 conversaciones de “te elijo a ti, incluso aunque seas de mi sangre”. Eso nos lo hemos quitado, y nos lo hemos quitado, a veces también, para las parejas. En cuanto el matrimonio comienza a funcionar como una institución, ya que el tren se pone en marcha y todo va bien, la posibilidad de elección a veces es de llegar por casa y decir “oye, que te elijo a ti”, nos hemos quitado muchísimo ese espacio decisivo, electivo, para todas las relaciones.
No a ningún mandato. Teniendo esa libertad, también, para elegir hasta la sangre, y construirlo todo.
LLH: Volvamos a la amistad. Para mí fue muy clarividente cuando, leyendo una nota de Josep Pla, en Notas para Sílvia, afirmaba que las relaciones de una persona se pueden dividir entre amics, coneguts i saludats. Una forma simple de categorizar el grado de relación que tenemos con el otro. ¿Qué os sugieren estas tres tipologías?
MS: Sí, es una de las citas más populares de Pla, en el sentido de que yo he visto, incluso, invitaciones a actos para “amigos, conocidos y saludados”. Es verdad que eso es muy de categorizar a la gente, pero creo que también podríamos imaginarnos unos círculos concéntricos, y cada uno tendrá sus propias teorías.
A algún personaje de una novela mía le hice especular sobre las relaciones. Poner en cuestión cómo de amigos eran sus amigos. Y empezó a buscar elementos para valorar eso, que es como muy difícil porque, en fin, una pareja es una pareja; un amigo o amiga con derecho al roce -ahí ya entramos en otro ámbito, el sexual-, pero sin ese derecho al roce, ¿es más amigo alguien a quien ves una vez cada mes solo, que alguien con quien trabajas y ves periódicamente?
Para eso estamos los novelistas. No sabemos hacer nada y por eso nos dedicamos a observarlo todo. Así que, bueno, empecé a hacer listas de cosas. Una, tal vez por mi experiencia hospitalaria con Llullu, era “si tú vas a visitar a un amigo en una habitación de hospital”. Estamos hablando de intimidad, pero de hecho la amistad tiene que ver con la intimidad. Y me hizo pensar. Todos, en algún momento, han tenido algún lío y han estado hospitalizados. ¿A cuántos has ido a visitar? Y no había tantos.
O, ¿de cuántos has entrado en su casa? Recuerdo una vez que fui a un Club de lectura en Maó, y la bibliotecaria estaba ya en su último año allí, y era de Barcelona. Me comentaba “llevo ocho años aquí, soy la bibliotecaria, tengo relaciones con todo el mundo, pero hasta ahora, que saben que me voy, ¡no había entrado en casa de nadie!”
Lo único permanente en la vida es el cambio.
En aquel grupillo que hiciste en la universidad, tal vez hay alguien con aquel sentido del orden pendular que dice “vamos a encontrarnos una vez cada dos años, el segundo martes, del quinto mes”, y el tío lo hace. Luego, cuando empezó Facebook ya fue terrible. Hubo una época de efervescencia de saludados que querían ser conocidos o, tal vez, amigos… También depende de la gestión y disponibilidad de tiempo, claro.
Yo recuerdo que cuando Lluís nos obligaba a dedicarle mucho tiempo, tuvimos claro que queríamos viajar mucho, salir, quedar con gente, no nos queríamos encerrar en una burbuja, porque sino, de repente, ya todos serían solo conocidos o solo saludados.
Yo creo que la amistad requiere la práctica.
NL: Yo creo que la pandemia ha superado a Pla. Y ahora, no sé si os ha pasado a vosotros, pero a mí me preguntas, antes de esto, quiénes son mis amigos e igual hubiera tirado de estas listas o no sé, uno tenía como ordenado su armario afectivo, ¿no? Como lo de verano, lo de invierno, lo amigos de tal, lo de cual. Claro, esta pandemia, sin hacer nada, si me hicieran escoger siete personas, creo que tendría muy claras esas siete personas y no serían las esperadas. Gente a la que has llamado por teléfono, que a lo mejor hacía mucho que no veías. Ha sido como un recoloque afectivo: esta persona me importa muchísimo, de todos lo amigos del instituto, está claro cuál; si tenías un novio que valió la pena, es que te ha llamado para saber si estás bien; los que has llamado tú y los que te han llamado a ti. Ha sido como ordenar el armario de los afectos.
Para mí, lo primero que pasó fue notar que se me estaba ordenando. Luego decidí hacer algo con ello, como había muchísimo tiempo… Esperemos no volver ahí. Es otro juego que os propongo. Hice rosquillas para todos mis “mejores amigos”, que no estaban en ningún orden razonable, ni de Pla ni de los pre-pandémicos. Quería hacer algo que pudieran tocar. Así que hice rosquillas, las mandé en unos taxis por aquí y por allá. A los de más lejos les mandé otra cosa. Y fue como de encontrar un lugar y un sentido. A veces, recordar quiénes son los tuyos y, de nuevo, hacérselo saber es muy importante, porque pasa una cosa con la amistad y es que no es telepático, no sé si os pasa a vosotros.
MS: Decir, no le llamo nunca, pero es que pienso mucho en él.
NL: Es que no es solo lo que estoy pensando, es que sé lo que estás diciendo mamá, lo que pasa que tú no lo sabías.
[Risas].
En este tiempo, a pesar de que todo es telemático, y telepático, e intangible, quizás colocar esas seis, siete personas, hacerles llegar algo, cada vez más esta experiencia material y esta introspección en los afectos es obligatoria.
LLH: Borges escribió “no diré Montaigne sino la amistad”. En los ensayos de Montaigne, allá por el siglo XVI, el autor de Sorolla escribió un vademécum misceláneo y universal sobre el humanismo de su intimidad. Son una continuación de las felices conversaciones que Motaigne sostuvo con Étienne de La Boétie, el gran amigo de su vida hasta que la peste se lo arrebató tempranamente.
En el ensayo, hay una frase maravillosa para definir la amistad plena, que traducido al español sería algo así como “si me preguntan por qué lo quería, siento que solo se puede explicar diciendo porque era él, porque era yo”.
¿Qué os sugiere esta fuerza, esta simbiosis entre el uno y el otro; el otro y el uno?
MS: Singular. Es decir, es una demostración, o sería una prueba de la banalidad de esas revistas para adolescentes, o para adolescentes mentales perpetuos de decir “vamos a hacer la lista de nuestras afinidades” -sin menospreciar las afinidades que podamos tener con nuestros amigos-. Hay un punto singular de “tiene que ser”. De echo, la amistad es una modalidad de amor no sexual, podríamos decir. Pero hay un embrujo con la que ves que conectas y piensas, va a ser mi amigo, y hay otra gente con la que piensas, “vamos a llevarnos bien… Porque nos tendremos que ver muy a menudo”.
Eso lo notas.
Y es muy inexplicable.
NL: Al hilo de esta frase, hay un pasaje literario que, par mí, es muy fundacional. En Cumbres borrascosas, que seguramente conocéis todos, donde la protagonista está enamoradísima de Heathcliff, que es una bestia parda, muy poco amable, no digna de ser amada. Es la mala elección por los cuatros costados. Y ella tiene un prometido perfecto, pero está sufriendo porque está enamorada de Heathcliff. Su ayuda de cámara, la mujer que le ayuda, le interroga un día sobre cuál es el problema del prometido: “¿no es a caso más educado? -Sí, es más educado. -Y además tiene mucho dinero. -Sí, sin duda me daría una vida muy tranquila. -Y parece que puede ser una persona que nunca te grite y siempre escuche tus deseos. -Sí, así es. -Y además venís de entornos semejantes, siempre va a entender tu linaje. -Sí.” Todo es sí. Hasta que el final la otra se queda parada y le dice, “yo soy Heathcliff”. Ahí decidí que quería escribir, y enamorarme, y todo, con ese “yo soy Heathcliff”.
La literatura, el amor y la amistad creo que al final es un viaje al otro. Un poco lo que comentabas antes, es un viaje hasta lo más oscuro del otro. Que también, en ese caso, es Heathcliff. Y en ese viaje entra todo; la oscuridad, la luz. Voy a ser yo. Es la empatía máxima hasta esa fusión.
Piensas “¿dónde hay que ir para tener ese yo soy Heathcliff” una vez en la vida?
LLH: Claro. ¿Y cuáles son esos valores sobre los que se basa este vínculo de amistad? ¿Reciprocidad, cuidado del vínculo, confianza? ¿Cuáles son los atributos que vosotros le pondríais a una amistad verdadera?
MS: Bueno, ahora pillaría una que parece estar de moda: la empatía. Ponerse en la piel del otro, lo cual es muy recomendable para tener una vida razonable, también es la base de una amistad. Y tener ganas de ello.
Valores, como palabras en mayúsculas -si no escribes en alemán, más vale no poner ninguna, i la excepción es solo un requerimiento ortográfico-, las palabras con ese peso me incomodan un poco. La amistad es gratuita. Y gratuita quiere decir buscada y hallada a la vez. Evidentemente que, para ponerte en la piel del otro, hay que interesarse por alguien que no eres tú, y eso es obvio que, desde el egocentrismo o, desde el mundo selfie, no hay amistad posible como yo la entiendo. Hay una voluntad de mirar para fuera, para ponerte en la piel de esa otra persona y ver cómo de bien lo vais a pasar juntos.
El placer es una reivindicación hedonista, que a menudo queda también muy circunscrita a valores que se compran con dinero, como una buena cena o un buen vino, sin embargo, el placer conjunto es el motor de una amistad. Jugamos a cualquier juego porque nos los pasamos bien, no porque vayamos a aprender algo. Relacionarse, tener amistad, implica hacer algo colectivamente: a dos, a tres, la cosa se complica cuando hay más gente.
Es obvio que en una amistad intensa el número 3 es muy traidor, porque siempre existe ese juego que tanto a explotado la literatura. Pero no quiere decir que no pueda darse.
Personalmente, más que valores diría experiencias conjuntas puestos el uno en el lugar del otro, pero sin sacrificios aparentes. No “al servicio de”, sino arrimando el hombro juntos para pasarlo bien. Otra cosa es la resistencia de las experiencias duras, que te puede unir; y la desgracia y la tragedia, que también forman parte de la amistad. Sin embargo, mi visión de amistad es un sábado por la tarde en un campo, con unas bicicletas, jugando a no se sabe qué, perdiendo el reloj de vista, cuando era niño.
NL: Yo creo que hay una cosa un poco infalible en relación con las palabras y la amistad, cosa que me estoy aplicando personalmente, porque yo tengo algunas taras.
A mí me parece que un amigo es el que te escucha.
Es verdad, está muy de moda el concepto empatía y yo estoy en guerra con esta palabra porque está muy mal entendida.
Ahora vivimos en unas relaciones tan organizadas por el interés, por el objetivo y por los resultados las cifras, que somos solucionadores de problemas. Las amistades muchas veces son interesadas, y no lo digo para mal, es que son así. Yo, en esto, que soy muy currante -he trabajado toda mi vida- no sé escuchar bien. Quiero ayudar, quiero arreglar las cosas, pero no escucho. Eso, por ejemplo, en el entorno de la palabra, para mí es lo contrario de un amigo. Es por eso que el amigo está donde la palabra no es útil. Por eso está, a veces, en el juego. Si juegas mucho con alguien; sois colegas. Si bailas mucho con alguien; sois colegas. Pero claro, según subimos etapas en la pirámide, hay un momento en que, a parte de jugar y bailar, tiene que escucharte. Debe tener ese viaje de empatía.
En mi caso, ¿cómo noto yo cuando la estoy liando parda? Cuando empiezo a intentar arreglar las cosas. Mi madre, que me ilumina mucho en esto, una vez me tuvo una semana entera con que tenía un problema con el vecino del tercero y la comunidad y, cada vez que me llamaba yo lo resolvía. Y pensaba, a demás, “mi madre es idiota”, “deja ya de hablarme del del tercero”, pensaba. Y de pronto me dice: “a ver, Nuria, no quiero que lo arregles, quiero que me escuches”. Ella solo quería desahogarse con lo que estaba pasando, y yo venga a resolver, que lo único que hacía era hacerla sentir más tonta. Quería que la entendiera y que sintiera lo que ella sentía.
Voy a poner un último ejemplo, muy privado. Me contaba una amiga que estaba muy acomplejada con sus pechos, porque le habían quedado fatal después de dar a luz. ¿Qué dije yo? -No, nada, esto te lo puedes operar, tranquila.
Claro, ella decía, “bueno, arreglo es que aprenda a vivir con esto, que me escuches, que me entiendas”. Y yo le respondía, “no mira, no hace falta que te acostumbres, porque mira esto, lo otro, el link que te paso…”
Estamos ya muy acostumbrados a eso, entonces yo, con mis amigos, como a veces soy muy práctica, intento bailar. Llegar a casa y bailar; jugar un rato y escuchar sin arreglar nada. Eso es lo que intento yo, personalmente, para ser buena amiga. Y me tengo que educar, porque tú me dices cualquier cosa y empiezo rápidamente a arreglarlo todo.
LLH: ¿Qué pasa cuando, en los vínculos, aparece el amor en mayúsculas?
NL: Cuando yo soy Heathcliff.
LLH y MS: [Risas].
NL: [Suspiro] Ay, vaya pregunta. Pues ahí pasan muchísimas cosas. Las mejores y las peores del mundo.
Si todos los vínculos llevan encima un deber ser y unas historias encima, revoloteando, que son las que no hay que mirar…
Había un escritor -yo soy fatal con las citas, advierto- que decía que “si te dejas llevar por los ángeles irás al cielo y, sino, por los demonios por los que revoloteas acabarás en el infierno”. Pues lo que revolotea es el amor romántico, cómo deben ser las cosas, cómo debe ser esa persona, y eso es lo que te suele llevar al infierno. Después está lo que construimos de verdad, intentar quedarse en silencio y bailar, jugar a algo.
El amor tiene muchísimas, muchísimas cosas en contra. Casi todas. La verdad es que las relaciones de maltrato nacen por amor. Muchísimas mujeres mueren asesinadas por entrar en relaciones amorosas. Tiene cosas en contra muy, muy graves, demonios en contra. Y lo que nos toca es estar alerta. No estar plácidos ante el amor porque son vínculos que tenemos que construir, imaginar, y hacer nuestros.
Nada está escrito en el amor.
Ese Heathcliff que puede ser lo más oscuro, debe tener esa intuición y esa precaución. Es el arte del Zen en el tiro con arco, el Amor.
MS: Otra cosa muy mala que tiene el amor son todas las canciones execrables que produce. Eso ya marcaría una distancia.
Lo que pasa es que le hemos dedicado tanta literatura al amor que se ha construido una visión del llamado amor romántico. De amores hay muchos. Estamos hablando de afectos, ¿no?
El amor sexual es el amor de pareja, o de trío, o lo que sea, pero el que conlleva sexo es el que ha sido el hit de toda la literatura amorosa desde el amor cortés, medieval.
Es terrible. He pasado mi confinamiento con Tirant lo Blanc y Carmesina, lo he reescrito en catalán actual. Mil páginas. Sin un confinamiento nunca lo hubiera logrado, porque ya llevaba dos años trabajando en ello y, una de las grandes cuestiones que me ha llamado la atención es la construcción de ese amor.
Es una novela con unas ideas que ves claramente que han salido de la cabeza de un tío, que se las pone en personajes femeninos pero que, claramente, las pensó Joanot Martorell. Es como una construcción que ha llegado a nuestros días. El amor caballeresco. Y ese mal llamado amor, con una etiqueta u otra, es un amor con cara B. Con una cara oscura, basado en la dominación, y casi siempre desde el mismo lado. En todo caso es un tipo de relación que siempre será un tira y afloja, pero que creo que hay que tener muy claro que tiene efectos secundarios. Que tiene problemas que no tienen nada que ver con el amor, entendido como afecto, sino como dominio.
NL: Por desgracia, este amor es, efectivamente, medieval, porque tampoco es que antes nos hubiéramos querido así. Es un invento.
MS: No, los griegos se amaban de otro modo, sí.
NL: Yo me quiero amar a la griega. Pero como nos amamos hoy es con una herramienta medieval bastante chunga que tiene, como bien dices, una cara B, pero es que además tiene una cara C. Que es que, ahora es una ideología medieval con Tinder, WhatsApp, con unas herramientas hechas en Internet, que son tecnología militar. Entonces le hemos dado al caballero del amor cortés herramientas tecnológicas sin precedentes.
Realmente, las relaciones entre los chavales, están para flipar. Mal, muy mal.
Ha habido un bestseller es Estados Unidos, no recuerdo el autor, sobre cómo encontrar marido -salen estos títulos cada dos por tres-, y ya los van haciendo por nichos: “maridos que ganen más de tanto dinero”, etc. Pero os hablo de millones de libros vendidos, ¿eh? Y, de nuevo, replican, tal y como, todo este manual medieval, que solo hay que mirar Disney Channel: si un chico te gusta dile que no te gusta, él tiene que encontrar un obstáculo, porque sino serás fácil; una movida… Y él, a su vez tiene que garantizar que ella sea pura. Nosotros decimos “no, pero venga, esto es el caballero de la carreta, siglo XII” y no, esto es WhatsApp. Esto es dónde estás, a qué hora llegas, has visto los mensajes, llevas dos tics azules…
El amor romántico lo tenemos que revisar porque, por otro lado, es una estructura tan circular y tan brillante narrativamente, que se replica en todas las películas, casi pareciera que no hubiera otra forma de amarnos.
LLH: Nuria, pero el rol de la mujer se ha visto muy repensado en las últimas décadas, sin embargo, el papel del hombre no, parece que el cambio nos ha cogido con el paso cambiado. ¿Qué lectura haces, en estos momentos, del papel del hombre en la sociedad?
NL: Yo ahora solo me intereso por este papel. Estoy escribiendo sobre esto y estoy fascinada.
El modelo de igualdad de las mujeres considero que -no voy a decir que ha fracasado-, pero desde luego diré que ha llegado a su límite. Para nosotras, desde muy pequeñitas, la igualdad se ha entendido en tanto a que yo pueda ser igual a un tío. Esto es la igualdad. Entonces, yo como mujer ¿qué tengo que hacer? Pues tengo que ir a la universidad. Ahora dicen en el telediario que es muy importante ir a la universidad y que mi hija estudie ciencias, porque eso lo estudian más los chicos. Digo yo que podrías estar diciendo que necesitamos maestros hombres, porque el fracaso escolar en chavales es mayor básicamente porque creen que los hombres no estudian, pues desde la guardería hasta que tienen 14 años a veces no han visto un solo hombre profesor, docente, pero esto no lo echamos de menos, porque lo importante es que nosotras juguemos al fútbol, tiremos con arco, estudiemos matemáticas, vayamos al trabajo, etc.
Y, al otro lado, como madre os digo, tú vas a fútbol: “el equipo femenino”, “la igualdad”, “inspiring girls”, bla bla bla. Vas a ballet: ni un chaval, como mucho uno, y un poquito amanerado, que sus padres creen que va a ser homosexual y por eso ha acabado en ballet.
Vas a El Corte Inglés, a comprar cosas: salieron unos juguetes que se llamaban Casimeritos. Bueno, pues tú llegabas y aparecía una mujer en El Corte Inglés, vestida de enfermera, y tú te comprabas el muñeco y tenías que hacer la cola con el muñeco y lo pesaba, lo tallaba, como a un bebé, y se lo daba a la niña con unas vacunas que tenías que comprar a parte y, además, era un neonato que cada cinco horas la niña tenía que hacer no sé qué, y parece que el muñeco crecía, todo era mentira. Era todo un juego narrativo porque el muñeco era un trozo de plástico.
MS: ¡Era mejor el Tamagotchi!
NL: Claro. Era gracioso porque la herramienta era la imaginación. El caso es que única y exclusivamente lo compraban niñas.
Había unas colas en El Corte Inglés de Castellana de tres horas. Un día le dije a mi hija, en la cola: “mira, esto no lo vamos a comprar porque es sexista. Ya está bien, cógete una pelota”. Y me dice la niña: “no, no, sexista es que no haya padres en la cola, mamá, porque cuando tengamos los niños tendremos que cuidarlos entre los dos”. Entonces, la igualdad tiene que ser de vosotros hacia nosotras, porque mientras tanto nosotras hemos pensado mucho en nuestro relato: dónde nos hemos quedado cortas, en qué nos aprietan los roles de la feminidad, nos hemos sublevado contra ellos, pero los tíos, que estáis súper pringaos, que os han llevado a la guerra, que os han matado, directamente, que objetivamente volver solo a casa es más peligroso que volver sola a casa -es más probable que un chaval de 16 años que vuelve solo se lo carguen de una paliza que a mi niña, porque los chicos por la noche se pegan, eso son los informes de la Guardia Civil. Pero ellos van de reyes del mambo. Van a la guerra contentos, y les pegan, todo os viene bien y yo digo, es la hora de que vosotros deis un paso adelante por todo lo que os estáis perdiendo.
¿Por qué cuando se pide la igualdad los tíos no están? ¿Por qué pensáis que estáis en una situación de privilegio, si hay cosas en las que estáis pringaos y repringaos? ¿Por qué aceptáis ser Homer Simpson? Que casi siempre os pintan como neandertales, y no hay tíos diciendo “¡quiero derribar los roles de genero, quiero ser una persona que escucha, amable, empático, no soy un violador!”
Hicieron una campaña en Estados Unidos, que allí están muchísimo peor, para que no hubiera violaciones en los campus, que consistía en repartir octavillas a los estudiantes que decía algo así como “está en tu naturaleza, pero tienes que pensarlo” o “contenerte”. Es que me da la risa. Como diciendo “tú eres un depredador sexual”, entonces, lo normal, chico, es que tú quieras abalanzarte como un primate sobre una chica, pero tú contente porque así bajaremos las violaciones en el campus. ¿Hola?
Buenos, pues los tíos cogiendo la octavilla diciendo sí, sí, me contendré.
¿¡Pero qué os pasa?!
Ese es un lugar para pensaros, enfadaros y decir, “hola, quiero cuidar”. Pero eso yo me lo creería si hubiera cola de niños -y de madres, ¿eh? ¿Dónde están los niños? ¿Quién les ha puesto una muñeca en la mano? No están. Estamos nosotras. Que somos como McGiver. Tú naces niña y estás desesperada. Eres Leonardo Da Vinci.
MS: Yo creo que no voy a hacer cola, a mi edad ya, para el ballet… Pero puedo entender lo que dices.
Ahora, también es cierto que se dan dos relatos que se superponen. Por un lado, las condiciones objetivas de desigualdad, que lo son, porque basta mirar los consejos de dirección de las grandes empresas, todo aquello de lo que ya se ha ocupado el feminismo clásico. Por otro lado, hay una nueva realidad afectiva que, además, con el añadido de la cuestión del género LGTBIQP+, que de repente es muy detonante.
Yo también creo que es más difícil hoy, 2020, ser tío que ser tía, en el sentido de alguien que se esté construyendo. No hablo ya de quien tenga su personalidad, pero ante el camino de llegar a la pubertad y, de repente, tenerte que construir, creo que tendrán más dificultades los chicos que las chicas. Al menos, la experiencia que yo tengo en casa, que es de padre de hija, las chicas tienen claramente campo para recorrer, tienen reivindicaciones consolidadas y que pueden documentar y decir “aquí no hay igualdad”, en cambio en el proceso de construcción de masculinidad solo está el rancio como modelo, solo está el neandertal. O eres todo lo que te han puesto ahí delante, que ya viene de la época medieval, o sino ¿qué?
“Bueno, chico sensible, tal”. Yo lo veo entre los jóvenes, creo que lo tienen más difícil, porque no tienen modelos donde elegir, porque siempre hay un punto de echar para atrás y, por eso, la gente más desacomplejada hoy, ideológicamente, son las chicas jóvenes. Van con todo.
NL: Eso es una maravilla. Uniendo esto con el problema anterior que os he dicho que tengo de intentar arreglar cualquier cosa, pero sabiendo que hay que escuchar -por eso estoy escribiendo y pensando, escuchando mucho a los hombres-, pero vamos a una cosa más de raíz.
¿Qué es esto de que exista un género? Creo que es una pregunta muy pertinente. A demás está cada vez más presente a través del movimiento queer, trans y demás. Hacia donde yo creo que vamos es a una desaparición legítima y total. Y, ¿qué entiendo por género? Pues que en esas cajas de prejuicios horrendas donde, efectivamente, la caja de ser tío es de tirarla a la basura entera y parece que ni siquiera feministas del 2020, o hombres del 2020, tienen la palabra para nombrar su propia revolución, así de mal estamos, con lo que aquí tenemos esta caja llena de basura galáctica. Y aquí tenemos una caja mucho más empoderada y pensada de lo que es ser una mujer. Vale, pero cuando nace alguien te dicen: “perfecto, pues dígame usted, lo primero, en qué caja lo vamos a meter, a este individuo?”. Hay que ponerlo en el registro civil. ¿Va a ser de esta caja o de esta otra caja? Sin ir tan lejos, ya cuando estás embarazada, hay una cuestión que intriga mucho a los padres, ¿va a ser de esta o de la otra caja? Con todo lo que implican las cajas.
Me pregunto, ¿y si no lo pusiera en el DNI?
En Facbook hay 26 maneras de expresar tu género. Fenomenal, gracias, si es que no quiero ninguna. Con cómo te llamas me vale. Quiero ir al registro civil y decir “se llama Iris”, como mi niña, que es un nombre que vale para chicos y chicas y, sobre todo, no quiero que, en esa etiqueta que le vamos a poner, lleven toda esta carga encima de esta cosa o de esta otra cosa.
Estamos aquí, protegiendo nuestra caja, las chicas, que es súper difícil estar en ella, porque habría que tener poderes galácticos, y esta otra caja, que creo que a los chicos tampoco les gusta nada y que no se corresponde con la mayoría de hombres que yo conozco, por suerte.
Voy a muchos congresos feministas, donde casi nunca invitan a hombres, y escucho decir “porque el amor romántico tiene una cara B”, como si ningún tío lo supiera y todos estuvieran encantados. Esto no puede ser.
Ahí tenemos un tomate que, yo creo, se arregla escuchando y pensando mucho en ello; eso es lo que me digo, pero luego, cargándose esa casilla. Antes, en el DNI ponía si estabas divorciada, o eras viuda, o un montón de chorradas.
MS: Y tu profesión, que Joan Brossa dijo “poeta”, y le pusieron paleta porque lo entendieron mal.
[Risas].
Y tengo un caso mejor, de un amigo de Nou Barris, que sacó el DNI de su padre cuando se lo fue a hacer, pues él era empedrador; ponía piedras, y en el DNI le pusieron “emperador”. Maravilloso.
[Risas]
NL: Pues un día igual se nos hace igual de raro que en el DNI se ponga mujer o hombre por nacer.
Un dato muy importante: personas que no esté tan claro, biológicamente, en qué saco caen -que las hay tantas como pelirrojos, que no son pocos- se los opera al nacer para hacerlos encajar en una de las cajas.
De nuevo, hay que elegir. Sin mandato para nada y con elección.
LLH: Bueno, se me han quedado muchas cosas en el tintero. La relación con los abuelos. La idea de cómo la genética nos marca. Se me ha quedado Cicerón y toda la organización en relación con la amistad. Se me ha quedado también comentar un poco la obra de Juan Muñoz, de la cual hemos puesto hoy aquí la imagen de la Fundació LaCaixa, pero estamos llegando a nuestro fin y quería pediros una valoración final de la que ha sido la charla de hoy.
¿Con qué idea fuerza os quedáis?
MS: Siempre es difícil resumir, pero bueno, te diré una obviedad, me ha parecido muy corta.
Como nos había advertido de hacer una pregunta final, me lo había preparado y lo voy a decir. Lo que me gusta de esta escultura es que parecen baldufes, peonzas, no caen. No tienen sus patas, están interactuando entre ellos, pero están alzados y no caen.
LLH: Nuria, lánzate con la obra de Juan Muñoz.
NL: Bueno, yo me quedo un poco entre la escultura y lo que ha pasado hoy aquí… Estamos un poco como ellos, nos han quitado las piernas, nos están quitando movilidad, nos están cuestionando nuevos vínculos con esta nueva situación, de modo que me quedo, de nuevo, con que de nosotros depende, y en el mejor de los casos, elegir tener esas piernas. Elegir saltar, y movernos y acercarnos a los otros, también dentro de esos sacos que aíslan pero que no nos van a parar.
LLH: Muy bien. Quisiera agradeceros a vosotros haber venido y al público, porque hoy asistir a un acto cultural tiene casi un punto de activismo. Por ello quiero agradecer su generosidad y vuestros pensamientos y vivencias.
Ha sido un viaje fascinante sobre la riqueza de los vínculos.
A todos, muchas gracias.
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