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Álex Sàlmon – El Premio Planeta, una renovación posible

“La intimidad y concentración de escritores de esta última edición le dio un toque más cercano a lo que se premia: la literatura”

El virus persigue los días importantes del libro de este 2020. Al menos en Cataluña. Lo hizo con Sant Jordi, ocurrió con el falso día del libro y casi lo estropea en la entrega del premio Planeta, aunque no lo consiguió.

El inicio del estado de alarma comenzó el 14 de marzo. Aquel día pocos eran los que proyectaban un Sant Jordi confinado. Pero ocurrió. El traslado de la Diada al 23 de julio inyectó cierto optimismo al sector. Sin embargo, según se acercaba la fecha, los datos de la pandemia empeoraban. El Ayuntamiento de Barcelona decidió cancelar una acción con librerías en el Paseo de Gracia y al final la jornada quedó deslucida, a pesar de las ganas por parte de los lectores, las editoriales y las librerías.

La ceremonia de entrega del premio literario más popular en lengua castellana, el Planeta, pudo salvarse por el decidido impulso de la editorial. Fue un acto estricto, desde un punto sanitario, y glamurosamente triste. ¡Pero se hizo!

El premio Planeta es una de las acciones más potentes en la industria cultural. Matizaría que, desde la industria cultural catalana, aunque a algunos les pueda molestar. Desde que el fundador de Planeta, José Manuel Lara Hernández, decidiera impulsar la editorial e inventarse un premio sobre libro inédito han sido muchas las personas que se han acercado a la literatura a través de los títulos galardonados. Para leerlos y, lo que es más interesante, para ponerse delante de un folio en blanco y comenzar a escribir.

Las circunstancias hicieron que la entrega del premio se convirtiera en un acto íntimo y extremadamente dedicado a los escritores. Fue una puerta abierta. Podríamos decir que nos encontramos con el Premio Planeta más literario. No hizo falta la alfombra roja, ni un exceso de caras televisivas, ni 100 mesas con 12 personas sentadas cenando, ni la ceremonia del jurado votando en directo que tanto gusta al que pisa por primera vez esa entrega de premios. Nada de eso. Todo quedó focalizado y resumido sobre un escenario, muy barcelonés, por supuesto, un piano y una serie de escritores explicando su experiencia al ganarlo.

En este premio no hay parlamentos, excepto el del premiado y el finalista al recibirlos. Los que llevamos 35 años cubriéndolo (perdonen, pero está frase la he borrado y escrito varias veces porque abofetea) eso hemos ganado. Sin embargo, siempre se perdía algo que está en el origen de toda la acción.

Fue José Creuheras, presidente del Grupo Planeta, y asistente al premio casi desde su adolescencia, que rompió con una rutina, ahora revisable, e introdujo una oda a todos los que se presentan al premio desde los lugares más remotos del mundo. Son los invisibles. En esta ocasión, la organización los situó en una zona preferente del Palau de la Música. Una paradoja que no muchos sabrán. Carlos Ruiz Zafón, homenajeado justo en esta edición, se presentó a uno de los premios organizados por Planeta, el Fernando Lara de 2000. Quedó entre los finalistas, aunque en las crónicas su nombre no apareciera. Fue Terenci Moix quien recomendó su publicación. Así que el reconocimiento fue completo.

En este momento, la editorial Planeta tiene la posibilidad de cambiar ciertas pautas de la ceremonia del acto. No hay que olvidar que, en sí mismo, es una gran campaña de comunicación del premio, de la editorial, del grupo de comunicación, en concreto, y de la literatura, en general. Son muchos los que se han dedicado a criticar durante años la envoltura del acto y, después, mataban por asistir. Forma parte de la incongruencia de la condición humana. Sin embargo, la intimidad y concentración de escritores de esta última edición le dio un toque más cercano a lo que se premia: la literatura.

La decisión no es fácil, pero, de quererse, es el momento. Claro que la evidencia de grandeza y fortaleza del grupo Planeta queda pasada por el notario de la Historia justamente en la espectacularidad de esta tradicional entrega de premios. Y si incluimos al Rey, mucho mejor. Sinceramente, a estas alturas, con galardonados como Javier Cercas, Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, o Mario Vargas Llosa y Camilo José Cela, éstos dos con obras menores, pero premios Nobel, ya nadie puede decir que aquello que inventara Lara Hernández para celebrar el santo de su esposa, María Teresa Bosch, fue sólo una acción de marketing. Libros que hay en toda casa. Al menos, un título. O tres.

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Álex Sàlmon és periodista, analista a Catalunya Ràdio, Tv3, TVE i Ràdio 4. Professor de periodisme a la UAO i a la UIC.

 

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