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Daniel Giralt Miracle – Barcelona, megalópolis, 1966. 1ª part

Article publicat originalment a Destino, 12 de febrer de 1966

Daniel Giralt Miracle ha obtenido, con este reportaje, el segundo premio de nuestro <<I Concurso de Reportajes Manuel Brunet>>. Presididos por el recuerdo de quien fue maestro de periodistas, queremos apoyar, con estos premios, a cuantos jóvenes sienten inquietudes periodísticas.

He descubierto una gran verdad, a saber: que los hombres habitan y que el sentido de las cosas varia para ellos según sea el sentido de su vida.
Saint-Exupery

La ciudad que fue calificada de <<ilustre>> por Calderón de la Barca, <<insigne>> y <<famosa>> por Lope de Vega, <<flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España>> por Miguel de Cervantes, está siendo escenario de la evolución más intensa que haya sufrido desde el advenimiento de la sociedad técnica, hallándose en una perfecta confusión urbana.

El éxodo migratorio de las masas, del agro a la urbe, es un fenómeno del que se resienten todas las grandes ciudades de nuestro tiempo. Esta nueva era, iniciada el siglo pasado, tiene por símbolo la máquina, tomándola como imagen del bienestar y camino a la sociedad del ocio. Hemos dejado de explotar inhumanamente al hombre – decía Ortega – para hacerlo con la máquina. Solamente hay
una fiebre, un objetivo, la russeliana conquista de la felicidad, en busca del utópico paraíso del ocio.

Las grandes ciudades, con vida intensa, llaman al hombre inquieto con ansias de promocionar en la escala profesional y en la social.

A partir de la industrialización del pasado siglo, las zonas urbanas más importantes del mundo no han sufrido un crecimiento demográfico vegetativo normal, sino que han recibido una inmigración masiva e irregular, imposible de ser integrada en la vida normal de la urbe por superar todas sus previsiones. Las órdenes restrictivas de las autoridades no pudieron controlar tal alud arrollador y terminaban por claudicar.

HISTORIA DE LA DEMOGRAFÍA CIUDADANA

Nos dice Vicens Vives que los catalanes de aquella época eran de <<gran potencia biológica>>. Añadamos a la situación la inmigración y el problema será doble.

Parece ser que este movimiento de Barcelona como ciudad albergue de los que buscan trabajo en la industria, se inicia con el fin de la depresión económica de 1845 y el inicio de la expansión industrial. Pero la real y verdadera <<fiebre del oro>> está incluida entre los años 1876-86, cuando no sólo por la demanda de personal, sino por la hasta ahora saturada ciudad, por su <<habitat>>, tiene que abrir las murallas para extenderse <<extra muros>>.

Si Cataluña creció en un 130 por ciento, Barcelona lo hizo en el inusitado porcentaje del 300 por ciento. La situación <<intra muros>> llegó a hacerse insoportable, la aglomeración era intensa en tal grado que ni podía atender las mínimas condiciones higiénicas – epidemia de cólera –, ni sociales. Ildefonso Cerdá llegó a calcular un <<habitat>> de 860 ciudadanos por hectárea y un promedio de 3’7 personas por habitación. La monstruosidad de estas cifras obligaba a una necesaria expansión. Esta se inicia con la segunda demolición de las murallas en el año 1854 y la explanación del Baluarte de la Ciudadela. A la ciudad se le ofrecía la extensión de más de dos kilómetros que mediaban entre las murallas y los núcleos circundantes fuera del alcance de la artillería barcelonesa. Los más inmediatos eran Gracia, San Andrés, Hostafranchs, Sans, Sarrià y Pueblo Nuevo.

Esta espansión no se realiza en un período de normalidad, sino en pleno ardor progresista, de vigilias de huelga general, en el renacimiento de las asociaciones obreras y con el intento de dar trabajo a los numerosos parados. El hecho expansivo existe, la gran ameba ciudadana se abre camino para fagocitar a los núcleos urbanos más próximos.

LOS PLANES URBANÍSTICOS

Las circunstancias, una vez más, abrieron los ojos a las autoridades consistoriales y el Ayuntamiento convoca en abril de 1859 un concurso de planes, pretendiendo así solucionar el problema de la expansión y atajar el caos urbanístico que se iniciaba. Una real orden concede definitivamente la permisión de un ensanche a Barcelona.

Resultó vencedor del concurso Antonio Rovira Trías. La preocupación fundamental del plan premiado era la búsqueda de una estética monumentalista con una carencia absoluta de claridad en los problemas circulatorios.

Empero, un anterior proyecto, llamado por la voz popular el de los <<quarterons>>, había sido relaizado en 1857 por Miguel Garriga Roca. Este plan tenía particular inclinación en buscar un enlace urbanístico de Barcelona con Gracia. De este plan subsiste el trazado de una de las vías más populares de la actual Barcelona, el paseo de Gracia. Proponía <<la edificación de islas de gran medida (200 x 400 m.) estableciendo un módulo urbanístico mejor que el de Cerdá, un estudio del enlace de Gracia, Sans y San a¡Andrés con la ciudad, y una estructuración urbana extraordinariamente anticipadora>>. (O. Bohigas, <<Un segle de vida catalana>>. Ed. Alcides.)

Las preocupaciones que dominaban estos planes se inspiraban en Haussmann, realizador del nuevo París, el más renombrado de aquellos tiempos. Se dice que lo confeccionó bajo el criterio e indicación del mismo Napoleón III, cuyos únicos intereses eran obtener un sistema de trazado que le perimitiera una rápida y fácil intervención militar para dominar cualquier insurreción. Así nació la <<rue corridor>>, en la que el planteamiento humano está totalmente ausente.

EL PLAN CERDÁ

Mientras el concurso convocado por el Ayuntamiento aún estaba abierto, se produce un hecho insólito; una real orden del mes de junio de 1859 aprueba <<el proyecto de ensanche de la ciudad de Barcelona estudiado por el ingeniero don Ildefonso Cerdá>>. Una polvareda de protestas surge inmediatamente, quizá promovida por aquellos que concursaban, o por lo arbitrario del hecho. Pero, al fin y a la postre, el plan Cerdá era infinitamente superior – en opinión de los mejores urbanistas – al que había obtenido el primer premio.

De este hecho saldrá forjada la vida ciudadana del último siglo.

Don Ildefonso Cerdá Suñer es un ingeniero nacido en Centellas en 1816. Después de una vida de laborioso estudio y trabajo íntegramente dedicado a Barcelona, murió en 1876 en Caldas de Besaya, Santander.

A los números, a las casas y a las calles, Cerdá antepuso las realidades sociales y humanas de la ciudad. Esta labor la expone en su gran obra <<Teoría General de la Urbanización y Aplicación de los Principios y Doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona>>, editada en Barcelona en 1867. A su profesión prefirió su vocación; estudió y analizó estadísticamente la Barcelona de su tiempo, cuando ésta aún alcanzaba a ser medida por un solo hombre.

Todo lo somete a estadísticas: peones, obreros, oficiales, familias, habitaciones, edificios, <<habitat>, oficios, industrias, etcétera.

Es de dominio general que el plan Cerdá en su inicial concepción era marcadamente distinto a la manera de cómo se llevó a su realización posterior, o sea, su actual realidad. Datos esquemáticos son: un plan octogonal, con calles de 20 metros de anchura, con 133’33 x 133’33 metros, o sea, tres islas cada 400 m., en las cuales se ordenaba la edificación de bloques aislados entre jardines. Además, se preveía la edificación de ocho parques públicos repartidos por la superfície de la ciudad. Dos grandes diagonales en forma de X debían atravesar la cuadrícula urbana, partiendo de la plaza de las Glorias Catalanas, futuro centro teórico de la ciudad.

En líneas generales el plan tenía una buena concepción, y si lo enclavamos en su marco histórico era un gran avance; pero como tristemente ocurre muchas veces en este país, donde los anteproyectos, proyectos, etc., son abundantísimos, las cosas no se llevan a término o se adulteran sus objetivos.

La cristalización del plan fue irresponsablemente transformada en una mera reticulación, resultando una sencilla acumulación física de edificios. Al faltar una mente organizadora del plan, éste se desarrolló anárquicamente y los esquemas urbanísticos fueron adulterados.

Continua llegint la segona part de l’article

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Daniel Giralt Miracle és crític, historiador de l’art i professor català.

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