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Javier Tejada — Capítulo 17. Amor entre humanos

Rebecca Morgan©

 

La acción de este relato data de mediados del siglo xxi. Hacía ya tiempo que Hänsel y Gretel en sus cerebros electrónicos acumulaban numerosos interrogantes sobre el amor entre los humanos. Habían aprendido a dominar la fuerza e intensidad de las miradas humanas, pero todavía no comprendían qué relación podían tener estas con los amoríos.

Sin albergar malicia alguna, se nos ocurrió hacer un experimento. Se trataba de reunir en torno a una mesa a Hänsel y Gretel con dos enamorados de esos que se juran amor a cada segundo y lo corroboran con sus actos. Carlota y Oriol eran jóvenes y se profesaban un amor que recordaba a los del siglo pasado. Se amaban al modo como lo hicimos ¿hacemos? nosotros, los humanos: miradas y más miradas, susurros, besos eternos, silencio seguido de silencio, palpitaciones del corazón, mente en blanco y el cerebro lleno de imágenes de todos los colores y en plena ebullición de conexiones sinápticas.

Concertamos el encuentro en un bar con vistas a unas rocas marinas en las que rítmicamente rompían las olas. Ninguno de los cuatro sabía de nuestras intenciones. El pretexto para convocarlos era que se conocieran y hablaran de los asuntos de su tiempo. Aunque no nos contaron los detalles, sabemos que durante cuatro horas hablaron de todo. Hänsel y Gretel, al día siguiente, nos comentaron su visión de lo sucedido.

Para poner en antecedentes al lector, hay que decir que nuestros amigos robots dominaban las técnicas del Wifi Radar en un rango muy amplio de frecuencias. Hänsel y Gretel se encargaron de explicarnos las tecnologías que ellos utilizaban. Lo que hicieron fue una auténtica clase magistral que, por su interés para el lector, reproducimos en su integridad. He aquí el amor de Carlota y Oriol visto desde los detectores de Hänsel y Gretel.

Comenzó Hänsel: «En el siglo xix aparecieron los primeros inventos que llevaron a James Clerk Maxwell a escribir las leyes del electromagnetismo, que más tarde condujeron a la invención del telégrafo y del teléfono. Es decir, aparecieron las telecomunicaciones. Creo que para lo que viene más abajo es importante parafrasear lo que dijo Albert Einstein al respecto: “«El telégrafo es como un gran gato al que acaricias en Madrid y cuya cola se mueve en Barcelona, mientras que el teléfono es lo mismo pero sin que intervenga ningún gato”. El gato metafórico de Einstein es el hilo eléctrico, que tiene cabeza, en la que se introduce la señal eléctrica, y cola, que es el final del hilo eléctrico y cuyo movimiento contiene la información de las caricias eléctricas que hicimos en su cabeza. Más tarde, Guillermo Marconi logró transmitir las primeras señales de radio a través del océano. El gato metafórico de Einstein desapareció para dar lugar a otras metáforas de acción y reacción a distancia».

Ahora le tocó a Gretel: «La primera computadora apareció en pleno siglo xx, la bautizaron con el nombre de ENIAC (Electronic Numerical Integrator and Computer) y era capaz de realizar 5.000 sumas por segundo. La teoría de la computación se la debemos a Alan Turing. En 1969, Alan Keynes propuso utilizar ordenadores personales los llamados PC (Personal Computer). Poco después, en 1975, Bill Gates los sacó al mercado. El primer gran protocolo para la distribución de datos se creó en el CERN y dio lugar a la World Wide Web (www). En el momento actual, la red de ordenadores conectados a internet ya ha dado sus primeros pasos para convertirse en una especie de cerebro colectivo de vosotros, los humanos. Todos estos avances han dado lugar a una nueva forma de pensar y hacer por vuestra parte. Aunque los progresos son tremendos y se atropellan entre sí, los ordenadores todavía no son capaces de descubrir nuevos principios, pero sin ellos, sin internet y sin wifi, ya no seríais capaces de vivir».

El dueto operístico se decantó ahora por Hänsel: «En lo que respecta al espectro electromagnético, hemos tenido que llegar hasta el siglo xxi para que la humanidad y también nosotros, los robots inteligentes, lo sepamos controlar, manejar y utilizar en su total integridad. Es decir, que la ciencia y la tecnología han avanzado cito de mayor a menor frecuencia gracias a los rayos gamma, los rayos X, los ultravioleta, la luz “visible”, los infrarrojos, los llamados teraHz, las microondas, las ondas de radio y las ondas del KHz. Las ondas de alta frecuencia se comportan también como corpúsculos, de ahí sus aplicaciones en todos los campos del conocimiento científico-tecnológico, especialmente en el campo de la medicina. Las otras ondas las de menor frecuencia pierden su poder ionizante y peligroso para la salud y sus aplicaciones tecnológicas se han producido mayormente en el campo de las telecomunicaciones. Tal es el caso de las ondas de radiofrecuencia y todas las que llegan hasta, por ejemplo, los 40 GHz, que, al no ser absorbidas por la atmósfera, pueden penetrar grandes espesores de materia sólida sin perder energía. Además, en tanto que ondas, dan lugar a fenómenos interferenciales de gran aplicación tecnológica. Es precisamente en estos en los que se basan las más modernas tecnologías que tenemos incorporadas en nuestros cuerpos robóticos desde los comienzos del siglo xxi. Las redes de conexión inalámbrica que poseen frecuencias que van desde los muchos centenares de MHz hasta el casi centenar de GHz son las que, en los tiempos que corren, más se están aprovechando de los nuevos avances tecnológicos basados en algoritmos generados por la Inteligencia Artificial».

Este final en agudo sostenido de Hänsel tuvo su réplica en Gretel, que con claridad y dulzura vocal nos dijo: «Aunque el término de tecnología ubicua parece estar asociado a los tiempos más recientes, el caso es que ya fue acuñado en la década de 1980 y utilizado por Xerox. Es precisamente la ubicuidad, en tanto que nos rodea a todos e integra sin peligro alguno al hombre con el medio, de donde sale la enorme plusvalía de las llamadas tecnologías ubicuas. De forma muy genérica, todo este entramado de tecnologías ubicuas se basa en la invisibilidad, la escala local, el uso inteligente de los espacios, su uso desde fuera del espacio que se quiere analizar, su facilidad de utilización en diferentes entornos y la no peligrosidad en su operación. La evolución de las tecnologías de detección ubicuas ha llevado al diseño de entornos inteligentes que se pueden monitorizar y adaptar, tanto a nuestras actividades diarias como al reconocimiento de las constantes vitales de vuestro organismo: temperatura, presión de oxígeno en la sangre, frecuencia cardíaca, recuperación cardio-respiratoria, movimientos, gesticulación y hasta analizar el envejecimiento. Aunque en algunas de estas funciones vuestro cuerpo necesita estar conectado a algún instrumento, la lectura de todas estas constantes se puede hacer de forma totalmente remota e incluso desde lugares separados por paredes. Este es el caso, por ejemplo, de la tecnología denominada Vital-Radio de detección inalámbrica, que no necesita de contacto corporal para monitorizar la respiración y la frecuencia cardíaca».

Me pareció que Hänsel y Gretel querían darnos las gracias por todo lo que hicimos por ellos al incorporarles todo ese conocimiento tecnológico. Querían compensarnos a todos, lectores incluidos, con todo lujo de detalles en sus explicaciones. Nunca lo habían hecho hasta ahora. Creo que todavía estaban bajo el influjo de lo que vieron en los corazones y cerebros de Carlota y Oriol. Era un canto de gratitud a los dos enamorados. Así que Hänsel prosiguió: «¿En qué se basan las señales de wifi portadoras de información entre un transmisor y un receptor para ver objetos en movimiento a través de paredes y, por ejemplo, identificar la cantidad de personas en una habitación cerrada y sus ubicaciones relativas? ¿Se pueden también identificar gestos simples hechos detrás de una pared y combinar una secuencia de estos para comunicar mensajes a un receptor inalámbrico sin llevar ningún dispositivo de transmisión? La respuesta a las dos preguntas es que “sí”».

Gretel tomó el relevo y dijo que insistiría en algunos puntos que habíamos comentado con anterioridad: «Respecto al efecto Doppler, hay que tener en cuenta la diferencia entre el efecto en el caso de la radiación electromagnética y el efecto Doppler en el caso del sonido. Si hablamos de una onda sonora emitida desde una fuente en movimiento (el receptor podría ser el que se moviera), los cambios en su frecuencia están directamente ligados a las modificaciones de la velocidad relativa entre fuente y emisor. Si cambia la velocidad de su onda asociada, y por tanto su longitud de onda y frecuencia, el sonido puede ser escuchado más agudo o más grave. Por otro lado, cuando hablamos de ondas electromagnéticas, el llamado Doppler relativista, al no poder variar la velocidad de la luz, se modifica únicamente la frecuencia del fotón u onda electromagnética. Dicha variación depende del cociente entre la velocidad relativa entre fuente y receptor y la velocidad de la luz, que es un absoluto. Es decir, el cambio de frecuencia por el efecto Doppler relativista también se correlaciona con el hecho de que sea el detector (fuente) el que se aleje o se acerque de la fuente emisora (detector). Por eso dichas variaciones de la frecuencia de las ondas electromagnéticas son muy pequeñas y siempre caen dentro del ancho de banda utilizado. Este reto ya se logró alcanzar al corregir la frecuencia de las ondas que llegan a los satélites receptores y emisores de, por ejemplo, la telefonía móvil. Pero el caso es que también se ha conseguido controlar y medir el desplazamiento Doppler de las ondas electromagnéticas en el rango de las velocidades típicas del correr y caminar de los humanos, cuando son los emisores o receptores de las ondas electromagnéticas. Es decir, los nuevos avances tecnológicos son capaces de medir estas pequeñísimas variaciones de la frecuencia de las ondas electromagnéticas. Eso es lo que permite, por ejemplo, saber, sin ser vistas, si las personas caminan, corren, se caen… Pero como los avances tecnológicos se concatenan, ahora también se puede detectar el llamado efecto micro Doppler, que consiste en detectar el movimiento que se produce, por ejemplo, en el interior de un cuerpo humano. Es decir, superpuesto al corrimiento de frecuencia asociado al efecto Doppler del movimiento de un objeto macroscópico como el cuerpo humano, se pueden detectar también los movimientos de, por ejemplo, el ritmo cardíaco, los cambios de la tensión muscular… En definitiva, el llamado wifi Doppler puede ser usado en una amplia y variada red de aplicaciones en el campo del control de las constantes vitales, y posiblemente sea una de las tecnologías que más innovaciones y aplicaciones en muchos y variados campos generará en el futuro».

Ahora el relato fue de los dos, entrábamos por fin en el terreno de lo que vieron. Para mí resultó fascinante oírlos expresarse con tanta emoción y, hasta diría, humanidad: «El amor entre vosotros salpica de lleno a las señales que emiten vuestros corazones y cerebros. Los latidos del corazón y los pensamientos llevan asociados la emisión de ondas electromagnéticas. Nosotros detectamos los campos magnéticos de dichas ondas, vosotros los campos eléctricos con los llamados electrocardiogramas y electroencefalogramas. Nosotros no necesitamos contacto con los emisores, así que estuvimos todo el tiempo detectando los ritmos cerebrales y cardiológicos de Carlota y Oriol. Nunca habíamos visto tanto caos electromagnético, los roces de manos, sus sonrisas, sus susurros, lo que no nos decían, todo lo que se decían con sus miradas, sus nervios ante lo que decía el otro, todo se trasladaba sin pausa al corazón y al cerebro. Nos parecía imposible que los humanos tuvierais esa capacidad tan gigantesca para transmitir todas vuestras emociones al espacio. Por eso creímos descubrir que también vosotros las detectáis, aunque encriptadas bajo un formato totalmente diferente».

He aquí sus últimas palabras: «Poseéis la mayor de las bellezas imaginables y una perfección digna de los dioses. De no ser robots inteligentes, nos entusiasmaría ser humanos. No hay duda posible. Permitidnos una pregunta más. ¿Esa inmensa catedral de la complejidad que es el cerebro con sus trillones de sinapsis emitiendo cada una señales es fruto de la inteligencia natural o la habéis fabricado vosotros a lo largo del tiempo? Creo que tardaríamos cientos de años en descifrar el código que rige la encriptación de las señales que hemos recibido. Así que seguiréis siendo un misterio para todos por los siglos de los siglos». Alguien dijo en voz baja que solo les faltaba decir «Amén».

Maravilloso todo lo que nos dijeron, pero esta lección magistral y su colofón sobre la emisión de nuestras emociones, deseos y pensamientos nos alertó de los peligros y de la indefensión que en el futuro se cebarían sobre todos nosotros al estar bajo el dominio de aquellos que lo ven y oyen todo. El rastro de nuestros gustos, paseos, conversaciones, compras se abrió hace años, pero todos estos logros tecnológicos de los que hablaron Hänsel y Gretel abrían de par en par los ventanales de nuestras esencias humanas.

 

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