No sé por dónde empezar para comentar la situación de la vida cultural barcelonesa, en lo que a artes plásticas se refiere. En pocos años la ciudad ha tenido diversos comisionados y no se ve una política cultural muy decidida.
Jaume Collboni salió tras la ruptura del pacto entre Barcelona en comú y el PSC cuando empezaba a proponer iniciativas. Una de ellas suscitó una cierta polémica: la idea de utilizar el Palacio Victoria Eugenia en Montjuic para que los museos tuvieran más espacio para exposiciones temporales. Pero antes que esto, los museos de Barcelona necesitan en primer lugar más presupuesto. El MNAC no tiene presupuesto de compras cuando debería ampliar nuestro patrimonio y el Macba lo tiene escaso. Ganar un espacio es bueno para la ciudad, pero más lo sería que las exposiciones pudieran ser mejores. Y lo serían con dos requisitos: una mayor dotación y una mayor creatividad de sus directores, así como una buena relación con otros museos para coproducir grandes exposiciones (es decir, estar en la red nacional e internacional). Ahora, con los cambios en el Museo Picasso (con el nombramiento de Emmanuel Guigon) y en la Fundació Miró (con el de Marko Daniel) creemos que ambos van a mejorar; especialmente la Miró, cuya programación de los últimos años era muy anodina. Recordemos, por ejemplo, que hace bastantes años -con alguna mínima excepción- que en Barcelona no se ven exposiciones de movimientos de vanguardia del siglo XX y muy pocas de tesis. Una novedad positiva es la programación de la Virreina, en general buena, y que en vez de ser un cajón de sastre muestra -guste más o menos- una opción personal.
El proyecto cultural de Ada Colau y de Barcelona en Comú, propone, se nos dice, un cambio de modelo: llevar la cultura a los barrios y un modelo participativo. Pero si lo primero es bueno y justo, lo segundo es más opinable: se trata de ofrecer calidad para todo el mundo, no de rebajar la calidad para hacer más accesible la cultura. Y si los proyectos prestigiosos se dejan de lado en aras a una cultura más popular, ésta ha de ser profesional e innovadora, como lo fue, por poner ejemplos históricos, que los ha habido, en la primera etapa de la Revolución rusa, en el Frente Popular francés o en la República española. En este sentido, cuando hace años se desestimó la compra de la colección Barbier-Muller de arte prehispánico (que había sido prestada durante varios años y que podía verse en el Palau Nadal de la calle Montcada) para crear el Museu de les Cultures del món (2015) se perdió una oportunidad de poseer una de las mejores colecciones de Europa en su género. La política, una vez más, pasó por encima de la calidad.
El programa también asegura querer dinamizar las Fábricas de creación , y la nueva polémica reside en si Santa Mónica (que hasta ahora ha dependido de la Generalitat) pasará a ser un centro dedicado a la arquitectura y el arte contemporáneo se llevará a Fabra i Coats , o no. Independientemente de que Fabra i Coats es un espacio alejado pero espléndido , seguimos con esta dinámica de quitar y poner directores de centros a tenor de la política, con lo cual no pueden llevar a cabo ningún programa estable y casi se diría, con un mínimo éxito. Aún recordamos la historia del Canódromo, en donde un prestigioso director internacional apenas pudo hacer nada. Lo importante ahora es que salga a concurso una plaza para director de la Fabra i Coats, con un equipo profesional de refuerzo.
Finalmente, el programa de Colau alerta sobre la precariedad en la vida económica “del tejido profesional cultural”. Los artistas, hoy, se mueren de hambre como en los años setenta. Viven de otros trabajos o de sus ahorros. Los comisarios de exposiciones lo pasan mal y los escritores viven de cualquier otra ocupación, en general de la docencia. En los últimos años ha habido ayudas para proyectos específicos, pero sería útil añadir nuevas dotaciones de becas para estancias en el extranjero, ampliación de estudios o investigación. Y, sobre todo, olvidarse de proponer macroproyectos faraónicos que siempre resultan en detrimento de una mejora de las exposiciones y del tejido de producción artística.
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Victoria Combalía (1952) és crítica i assessora d’art i comisària d’exposicions
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