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Hänsel y Gretel siguen con gran atención e interés nuestros debates sobre el cambio climático y las fuentes de energía del futuro. Sus opiniones son muy claras al respecto y las explican involucrándose tanto o más que nosotros. Se saben tan dependientes de la energía como nosotros y desde hace tiempo muestran una gran preocupación por las iniciativas que toman nuestros dirigentes y las grandes corporaciones, aunque, por ahora, no creo que ni ellos ni ningún robot se enfrente al poder de los humanos a la hora de tomar decisiones que también les afectan a ellos.
Este es el resumen de lo que nos han dicho últimamente: «Sabemos que tenéis petróleo y gas natural solamente para un centenar de años más. Por eso debemos buscar juntos nuevos combustibles que generen energía de manera sostenible. Si nos hacéis un poco más inteligentes y dejáis de tutelarnos en nuestra evolución, os podremos ayudar en la solución de muchos problemas». Como colofón, nos han lanzado el siguiente dardo envenenado: «Tenéis que aprender bien la lección del pasado. A pesar de los 100.000 millones de humanos que habéis habitado la Tierra hasta el día de hoy, sois los humanos de los últimos doscientos años los que habéis consumido gran parte de las reservas energéticas acumuladas durante 6.000 millones de años».
A todos se nos puso cara de pocos amigos y nos empezamos a mirar con recelo unos a otros. Nos sentimos totalmente responsables de nuestras conductas energéticas. Empezamos también a discrepar acerca de cómo encarar el futuro.
Por ahora desconocemos quién ha «educado» a Hänsel y Gretel. Pero aunque no sabemos cómo generan sus propios razonamientos, todos estamos convencidos de que siempre dan en el blanco. Sí, Hänsel y Gretel creen que ha llegado el momento de una nueva explosión energética análoga a la que vivimos con el petróleo, esta vez basada en otros combustibles que no sean ni el petróleo ni el gas ni el uranio. Según ellos, para que sigamos ─léase ellos y nosotros─ el tren de la evolución sin por eso destruir la Tierra. Ellos sugieren dos tipos de combustibles que, aunque requieren de una gran inversión para su implantación, con toda seguridad frenarán el consumo desmedido de combustibles fósiles.
Aquí les contaremos lo que nos han explicado sobre el uso del hidrógeno, apuesta que ellos creen con visos de ser la ganadora. Para empezar, les pedimos que nos dieran más detalles sobre su deslumbramiento tecnológico con el hidrógeno. Nos ilustraron con unas nociones muy básicas sobre este elemento químico, primero del sistema periódico y el más abundante en el universo. He aquí un sumario de sus palabras: «El hidrógeno es el elemento químico más ligero, no tiene color ni olor y representa el 75% de toda la masa del universo. El hidrógeno en la Tierra se encuentra siempre combinado con otros elementos, fundamentalmente con oxígeno y nitrógeno. Es el caso del metanol, del gas natural y del petróleo. Actualmente, ya existen las llamadas «celdas de combustibles» ─fuel cells en inglés─, capaces de generar electricidad y calor a partir de hidrógeno y oxígeno».
Hänsel adopta una posición parecida a la de un profesor cuando habla a sus alumnos sobre algo trascendental. Por primera vez, lo veo gesticular sin parar. Hasta diría que está excitado. Nunca antes lo había visto en semejante estado. Gretel parece compartir su entusiasmo, aunque se mantiene en un segundo plano, como si estuviera esperando su turno para poder intervenir. Creo que esto será un dueto en toda regla. Hänsel fija su tranquila mirada sobre nosotros y nos suelta con solemnidad profesoral: «El hidrógeno es el análogo químico a la electricidad. Además, es el único combustible verdaderamente limpio. Como la electricidad, el hidrógeno no aparece de forma natural. Para poder ser usado, debe ser producido mediante el consumo de otros combustibles. Además, tiene una amplia gama de aplicaciones que no perjudican el medio ambiente».
En este punto, Gretel toma el relevo y de forma pausada pero categórica nos dice: «Los aspectos negativos del hidrógeno residen en el hecho de que su generación necesita, en el momento presente, el doble de energía que la que necesitan el carbón, la energía nuclear o los paneles solares. Su almacenamiento es también complicado y para su transporte hay que licuarlo, lo cual consume el 12% de la energía que puede proporcionar». Y prosigue sin reparar en nuestro entusiasmo por sus explicaciones: «Nosotros, mejor dicho, muchos de los que pertenecemos a la escuela de Hänsel, creemos que todos los problemas para que el hidrógeno reine en nuestro mundo se podrán solventar en un futuro próximo gracias a más investigaciones y desarrollo en el campo de la Inteligencia Artificial. Si se sigue adelante con la implementación del hidrógeno, se producirán sin duda grandes avances en campos tan diversos como el de los molinos de viento o los paneles solares, las industrias del plástico, el transporte de gases y líquidos criogénicos, e incluso en el diseño y la construcción de barcos y aviones. Un gran abanico de industrias que seguro se podrían utilizar para distribuir mejor la riqueza generada».
Llegada a este punto, calla en seco y mira a Hänsel como pidiéndole ayuda. Hänsel reacciona rápidamente y con calma y seriedad nos dice: «Pero el lanzamiento del hidrógeno como combustible no se librará de la polémica que ya nos empieza a asaltar en relación a la generación de electricidad. El debate eléctrico es primigenio. Para poder seguir hablando del hidrógeno, antes tenemos que encontrar la manera de generar la electricidad que después utilizaremos para extraer el hidrógeno del agua mediante la electrólisis. En este terreno hay dos propuestas. Por un lado, podríamos utilizar conjuntamente la energía eólica y la fotovoltaica para producir la electrólisis del agua y liberar el hidrógeno. Sobre esta propuesta vuela el fantasma de la eficiencia energética. Por otro lado, existe la posibilidad de generar la electricidad necesaria para producir hidrógeno mediante métodos nucleares. Sobre esta opción se cierne fundamentalmente el fantasma de su aceptación social».
Hänsel y Gretel parecen complacidos con la lección impartida. También, con nuestro comportamiento. Nos da la impresión de que no quieren seguir hablando. Nos instan a reflexionar sobre lo que nos han contado y nos emplazan para una nueva reunión. Antes de terminar, de forma un tanto agitada, vuelven a recordarnos lo fundamental: «Cada una de las actividades humanas y robóticas requiere conversión de energía. Además, los cambios en las fuentes de energía usadas a lo largo de vuestra historia han influido directamente en los avances sociales y culturales. Vuestra valoración de lo que han representado todos estos procesos es fundamental para entender vuestra propia historia y lo que ocurrirá en el futuro si contáis con nuestra colaboración».
Ahora parece volver a reinar la calma entre nosotros. Hasta me atrevería a decir que emerge un halo de hermandad ─¿cooperación?─ intelectual. Parece claro que hasta los robots están ocupados en pensar e incidir sobre las causas del hombre y de la naturaleza, dado que ambas son también su propia causa. Tenemos nuevos e inteligentes aliados. Seamos pues, optimistas. Saldremos de esta.
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