¿Como está planteada la reapertura del CCCB? ¿Estáis pensando en hacer alguna exposición sobre la Covid-19? Habéis pensado en incluir el tema del coronvarius en la proxima exposición Marte. El espejo rojo?
Las exposiciones, debates y actividades del CCCB en los últimos años trataron y anticiparon, de algún modo, la actual crisis. Esta solo puede intentar comprenderse si la situamos en una serie de crisis interconectadas que nos interpelan como humanidad y como especie.
El proyecto sobre Marte, concebido antes de la pandemia, incorpora una reflexión de fondo sobre tres de los principales ejes en los que se cifra nuestro devenir inmediato: la emergencia climática, la necesidad de una nueva relación con todas las especies vegetales y animales que habitan el planeta Tierra y el sueño de una vida multiplanetaria. Obviamente la pandemia influirá en este cruce de relatos que pugnan por dar una respuesta a la magnitud de los problemas a los que nos enfrentamos. La irrupción de la Covid-19 se ha producido en plena gestación de la exposición y es, sin duda, un reto añadido.
Marte, como posible o imposible Planeta B, pero también como metáfora de guerras ancestrales, de pulsiones titanistas y prometeicas, es un espejo misterioso y eficaz de nuestra situación.
El CCCBLab trabaja con cuestiones de innovación que puede que ahora se estén planteando más que antes de la pandemia, como el posthumanismo y la inteligencia artificial. ¿Crees que la situación actual está ”forzando” un avance en los campos de la tecnología y lo digital?
No hay duda de que estamos asistiendo desde hace años a una especie de nueva “revolución copernicana” que va impregnando lentamente los distintos ámbitos de la cultura. Es precisamente el modo en que resolvamos nuestra relación con las inteligencias no humanas (vegetal, animal y artificial) lo que determina nuestro futuro como especie. Existe una ingente bibliografía que, desde distintos campos y disciplinas, se ocupa de esta encrucijada sin precedentes.
¿Seguimos siendo la medida de todas las cosas? Los derechos ontológicos y epistemológicos de las entidades no humanas, su historia no contada, sus enigmas sin resolver, forman parte sustancial de un escenario donde proliferan destopías y utopías de distinto signo, pero nadie sabe con certeza qué sucederá en los próximos años porque los factores que intervienen en la ecuación son múltiples. En ese sentido, pueden ser bienvenidas todas las herramientas que nos permitan atisbar la luz, pero no deberíamos depender solo de las soluciones provenientes del tecno-cientificismo. Todas las panaceas prometidas pueden verse afectadas de un modo radical.
Necesitamos aprender a actuar entre grandes paradojas y contradicciones. Por ejemplo: la “piel electrónica” a la que llamamos Internet nos ha permitido mitigar los efectos de la pandemia en distintos niveles y acelerar una transición hacia un mundo que ya estaba aquí. Otra cosa es el fervor aceleracionista o cualquier utopía acrítica
que confunda los avances tecnológicos con la vida que merece ser vivida.
¿Puede ser este un momento clave de la evolución digital que ya se está cociendo?
La revolución digital, como todas las revoluciones, tiene sus luces y sus sombras. Al entusiasmo que desde 2004 nos provocaba el advenimiento de la Red.2.0, con todas sus teorías y practicas sobre una cultura abierta y distribuida, donde todos los nodos pueden conectarse potencialmente con todos los nodos, una cultura horizontal y de libre acceso; le ha seguido el despertar critico de una tecnología que nos controla y nos vigila, conoce nuestros hábitos, se inmiscuye en nuestros gustos y tendencias, nos aconseja sobre dietas fabulosas, se adelanta a lo que consumiremos mañana, y todo lo que ya sabemos que hace sin nuestro consentimiento. ¿Qué hacer?
Lo primero es no olvidar que se trata de una poderosa herramienta controlada por grandes corporaciones y al mismo tiempo ser conscientes de la necesidad imperiosa de regular sus atribuciones y abusos.
Nuevamente la necesidad de actuar en medio de intensas contradicciones. Ni tecnófilos, ni tecnófobos.
Todo es siempre más complejo de lo que imaginamos. No es una buena época para los maniqueístas, aunque a todas las ideologías de la manipulación masiva les fascine el poder de la estupidez.
La manera de consumir cultura también parece que va a vivir un cambio. ¿Crees que existe una brecha de recursos digitales que puede potenciar desigualdades en cuanto el acceso a la cultura? Si es así, ¿qué medidas se podrían aplicar para empequeñecer esa distancia en Barcelona?
La brecha digital responde a una brecha económica y social. No puede entenderse, ni solucionarse, sin incorporar el resto de “brechas” existentes.
¿Cómo te imaginas la ciudad de Barcelona en 2021? ¿Crees que habrá cambios significativos en la ciudad?
Kim Stanley Robinson dice que la ciencia ficción, un género denostado durante el siglo pasado, es el realismo de nuestro tiempo.
Buena parte de las cosas que están sucediendo ya fueron anticipadas por autores de esta fascinante rama de la literatura fantástica. Lo que sucede es que ahora lo estamos viviendo. Y, sobre todo, estamos adaptándonos a una estructura existencial y emocional para la que no estábamos preparados.
Realizar pronósticos rápidos y facilistas no me parece adecuado. Barcelona es una ciudad con una notable capacidad de resiliencia. Confiemos en que todas las fuerzas activas de una cultura abierta, plural, creativa y solidaria vayan en la misma dirección.
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Juan Insua és cap de projectes del CCCBLab, comissari en matèria literària i propulsor d’investigació i innovació en l’àmbit cultural.
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