Está claro que mejorar la ciudad va más allá de solucionar problemas de vivienda, sostenibilidad o movilidad. Por eso, merecen especial atención aquellas prácticas que, sin la necesidad de ser consideradas artísticas y al margen de la institución, entienden la cultura como potencial transformador. En la calle, surgen iniciativas que desde el Street Art reclaman la gestión horizontal del espacio público para convertirse en elemento cohesionador. Para ellas, actuar en el espacio público es trabajar desde el lugar y para los vecinos. Es un arte que se funde con las acciones cotidianas y que forma parte de la ciudad.
Estas prácticas -espontáneas, efímeras, directas, clandestinas, anónimas a veces- no necesitan legitimarse a través de su entrada en el mundo del arte, ya sea en galerías o museos, porqué su entrada desactiva su potencia. La fuerza del graffiti reside en su poder contestatario, rebelde, indomable… Ante un urbanismo despersonalizado, el arte urbano viene a ser el “yo estuve aquí”. Ante un paisaje de concreto que permanece inalterable, stickers, stencils, pósters o graffitis consiguen convertir la ciudad en un organismo vivo. La calle vivida se resiste a ser programada.
Entonces, ¿como exhibir el arte en la calle? ¿Podemos poner un poco de orden en todo ese caos? ¿Debemos ponerlo? El proyecto 12 + 1 de Contorno Urbano -primera y única fundación en todo es estado español orientada a promover el arte urbano- propone anualmente una convocatoria abierta a artistas de todo tipo, urbanos o no, para pintar dos muros situados en L’Hospitalet y Sant Feliu de Llobregat, respectivamente. El primero, justo a la salida del metro de Torrassa, se encuentra en un enclave especial: el km2 con más densidad de Europa y 40 del mundo, con cerca de 53.000 hab./km2.
Con un público potencial altísimo -cerca de 10.000 personas al día ven ese mural ya sea en sus traslados a pie, en coche o en transporte público-, el muro intervenido mensualmente se encuentra además a escasos metros tanto de centros de exposición (Fundació Arranz-Bravo, TPK o Tecla Sala) como de creación (Edificio Freixes, Salamina y otros talleres autónomos). Como colofón, los doce artistas se reúnen en una muestra colectiva en el centro cultural Tecla Sala. Entrar y salir es la cuestión. Para Esteban Marín, alma máter del proyecto, “no es tan importante dar visibilidad al artista como hacer llegar el discurso al máximo de personas. Lo principal es generar interés y curiosidad, luego ya viene el conocimiento”.
Murs lliures es otro de los proyectos que busca combatir una ordenanza civil que condenó el graffiti a la ilegalidad. Nacido en 2012 como organización local sin fines de lucro, ayuda a encontrar y reservar paredes legales en Barcelona a través de una página web (www.wallspot.org) y de una aplicación para dispositivos móviles (App Murs Lliures). El primer muro que liberaron se encuentra en el Parc de les Tres Xemeneies, uno de los enclaves más emblemáticos del Street Art barcelonés. El procedimiento es sencillo, para poder realizar una pintura simplemente tienes que reservar un día y una hora que estén disponibles; realizar la intervención en el momento acordado y luego realizar una fotografía que documente el resultado para subirla a la red.
La plataforma Wallspot, heredera directa de Murs lliures, ha liberado hasta la fecha más de 70 muros repartidos entre 15 países y en los que ya han intervenido más de 3.000 artistas. En Barcelona, cuanta ya con paredes en las calles Agricultura, d’Espronceda o Selva de Mar, un gran muro en la zona 22 @, cerca de la plaza de les Glòries y otro también enorme ubicado en el centro cultural Hangar. Rebobinart, la empresa que lo gestiona, ha puesto y sigue poniendo en marcha otras iniciativas que, como Ús Barcelona -festival callejero híbrido en el barrio de Poblenou con intervenciones artísticas, gastronomía y música-, buscan desestigmatizar y profesionalizar la práctica del graffiti.
Arnau Gallery es un proyecto curado por Street Art Barcelona y Difusor que busca promover el arte urbano. Situado en Paral·lel, es un muro rotativo de 15×2 metros dedicado a la colaboración y experimentación entre artistas nacionales y internacionales. La iniciativa surgió con la complicidad de Plataforma Recuperem el Teatre Arnau, que promueve la reapertura del antiguo teatro y su recuperación por parte de los vecinos.
Y, ¿qué puede aprender la institución de éste tipo de prácticas? El arte callejero nos enseña muchas cosas: lo importante es hacer. Lo importante es que te vean. Lo importante es romper las reglas. Hay que pisar la calle. No sólo debemos abrir las puertas “institucionales” para que el público entre sino también para que el arte salga.
Mientras los museos alargan la vida del niño burbuja que nunca pisará la calle por miedo a morir, Contorno Urbano, Wallspot o Arnau Gallery convierten los muros en palimpsestos eternos que piden una actitud anti-nostálgica y a-romántica. Al contrario que las instituciones, a menudo obsesionadas con la conservación, el Street Art disfruta de su vida corta. Pintar es borrar. Crear es destruir. No hay lugar para narcisismos ni individualismos exacerbados. Las reglas del juego son claras y la duración de cada intervención limitada. “Muere joven y deja un cadáver bonito” podría ser su motto.
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Gisela Chillida és crítica d’art i comissaria independent.
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