* Del cicle : CONSTRUCCIÓ i CANSAMENT A LA BARCELONA CULTURAL
Un nuevo espacio de esperanza me empuja a reivindicar las sombras de un mundo emergente que fue real, pese a las jodidas circunstancias políticas. Por aquél entonces sí hubo cultura viva, cultura crítica, cultura abierta, cultura hija del encuentro fortuito. Nació por necesidad imperiosa de experimentar un nuevo imaginario. La Rambla fue foco de encuentro y de debate. Un foro público espontáneo en el que nadie se sentía más estrella que otro, donde la jerarquía brillaba por su ausencia, donde no existían funcionarios y pocos, poquísimos sujetos discriminaban por lengua, edad, nacionalidad o condición sexual.
Las sillas en hilera, apostadas en ambas bandas del paseo, eran gratuitas a partir de una determinada hora de la tarde. Te sentabas en una de ellas, sin cita previa y sin miedo al desconocido, pues todavía no habías sufrido atraco alguno y acabas de regresar de Atenas en autostop. El dinero era mucho menos importante; el alquiler de un piso de cien metros era la décima parte del sueldo de un cartero de Correos, una revista alternativa costaba veinte céntimos de euro, el concierto de Frank Zapa en Badalona dos euros y el billete de metro tres céntimos.
A un lado de tu silla, podías dar con el novelista argentino Copi escupiendo pedazos de El baile de las locas; al otro, Flotats, recién llegado de la Comédie Française en busca de un respiro. Le preguntabas qué tal la cartelera de París, y no solo se explayaba sino que te despertaba ansias de búsqueda y lecturas. Un desconocido te sugería que en la plaza de Sant Felipe Neri, Els Joglars interpretaban Mary D’Ous, o que en el Zeleste tocaba Sisa. Y camino de la representación, organizabas un debate con Comelade y Vallcorba sobre poesía medieval en L’Alianza del Poble Nou. ¿Permisos? Pasando, había rollo, montañas de solidaridad y poco de todo eso despertaba la atención de la prensa, con lo que la autoridad no se enteraba de nada.
Hoy, la comunicación entre creadores, productores y amantes de la cultura es a través de móvil, correo electrónico y las más de las veces inexistente si no eres obediente al lobby que maneja las arcas y las subvenciones. El divismo, la falta de tiempo, los criterios económicos, el marketing de la industria cultural, las audiencias y las directrices políticas establecidas por las administraciones públicas y su ejército de gestores, que son los intermediarios entre autor y político, han transformado la cultura de la ciudad en muermo, confusión, propaganda o negocio. Se han construido estructuras faraónicas, todas en crisis por exceso de directrices, por falta de equipos libres y por luchas políticas partidistas. ¿Qué reivindico?: Espacios alternativos, autogestionados, vocacionales, alegales, austeros, interclasistas… en una palabra: Libres, como El Konvent, de Cal Rosal, en Berga. O el Lokal, del carrer de la Cera, en Barna.
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Pepe Ribas (Barcelona, 1951) és periodista, escriptor i fundador de la revista ‘Ajoblanco’.