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Lluís Miñarro – Clasicismo y modernidad

Desde la Salomé de Oscar Wilde, interpretada por Margarida Xirgu en 1910 y la de
Núria Espert, bajo la dirección de Terenci Moix en 1985, el mito bíblico sigue presente en
nuestra cultura. Quizás por el valor universal de que todas las grandes tragedias se inician
en el seno de la familia…

La primera intención que tuve de llevar al cine una actualización de Salomé se origina a
través de una representación de la ópera de Strauss en Londres. La guerra de Irak en
2006, la coalición internacional y la prisión de Abu Ghraib, harían el resto. De repente me
interesó explorar cómo un espacio “bíblico” se había pervertido y convertido tras los
siglos, en un espacio de muerte.

La multiplicidad de “Salomés” en la pintura clásica y especialmente la visión directa de la
obra de Caravaggio, me permitieron sospechar si también se escondía una perspectiva de
género; idea probable teniendo en cuenta la naturaleza de Oscar Wilde y su necesidad de
responder insolentemente a los esquemas de una sociedad puritana y rancia. “Body
matters”.

Fotograma del film “Love me not”

La apuesta en el film es hacía la diversidad; riqueza de este planeta. Y contraria al
pensamiento único. Desde el inicio de “Love Me Not” se establece que “Babel no fue
necesariamente una maldición”. De ahí también la libertad en incorporar varios idiomas.
En la propuesta cinematográfica que presento, el erotismo está porque creo que forma
parte indisoluble de nuestra naturaleza a pesar de que a veces se quiera relativizar.
Sueño y realidad se unen en un nuevo “espacio” más allá de la temporalidad, ya que es
así la esencia del Cine y de nuestra mente.

Los insertos que interfieren en la película durante el proceso narrativo, operan como
imágenes del subconsciente. Hay referencias conocidas como la música medieval de
corte japonesa gagaku o la Loba Capitolina que nos sugieren otros imperios. En la
película, Rómulo y Remo serán dos soldados, Hiroshima y Nagasaki; dos caras de una
misma moneda. De nuevo una referencia a la brutalidad del siglo XX que manifiesta quién
ejerce la hegemonía.

Para el cromatismo de la película, me he guiado por el color albero de la arena del
desierto y el azul turquesa del cielo. Tonos que hacen referencia a la pintura e iconografía
del Egipto clásico.

También las imágenes destilan cierta cinefilia. Inevitable en mi caso. En el primer acto de
“Love Me Not”, la acción se desarrolla en el desierto. Podría casi tratarse de un Western
(en este caso mejor llamarlo Eastern) en el que los soldados tienen complicidad
“fordiana”. El segundo acto y epílogo son directamente un Melodrama; parte del interés
por sublimar ciertos comportamientos.

La banalidad del mal. Sí, no hay que olvidar como en determinadas circunstancias cada
uno de nosotros es capaz de lo peor. De ahí la necesidad de que la película deje una
pequeña “huella” sobre las atrocidades cometidas. Algo a no repetir aunque la actualidad
nos demuestre lo contrario.

Para poder incorporar estos contenidos y dejar la puerta abierta al espectador, la película
está aparentemente construida de forma fragmentaria. Da especial relevancia a las
imágenes como ente autónomo. He intentado, como ya hice en “Stella Cadente” (2014) mi
anterior película de ficción, que la energía de cada secuencia se traspase a la siguiente
hasta completar un todo. Citando a Pere Gimferrer “el film dibuixa un pinacle ascensional”
El resultado de todo ello es el de un objeto-artístico, un “artefacto” cuyo mecanismo el
espectador pueda hacerse suyo y asumir como positiva una cierta deriva.

*

Lluís Miñarro es productor y director de cine, su último filme es “Love me not”.

Published inPeriodismo cultural y otras pistasPUBLICACIONES

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