Obituari publicat avui dia 31 de març de 2020 a La Vanguardia
Se ha ido uno de los grandes. Con la pérdida ayer del filósofo, sociólogo y crítico de arte Arnau Puig hoy somos un país más pobre. Nos queda su gran legado intelectual que iluminará las generaciones venideras cuando quieran entender las claves del siglo XX.
Arnau se mantuvo, hasta sus últimas horas, con 94 años, de la misma forma que vivió toda su trayectoria: lúcido en sus voluntades, radical en sus planteamientos ideológicos, austero en su modo de vida y consecuente con las opciones que había escogido. De memoria prodigiosa, era un pozo de sabiduría. Aunaba en sus argumentaciones el pensamiento de los grandes filósofos con los discursos plásticos de los artistas. Como amigo, añadiría que era tierno y generoso como pocos.
Carismático, lo conocí personalmente a finales de los ochenta en el Santa Mònica, con la exposición Informalisme a Catalunya, siendo yo un joven estudiante. Como uno de los fundadores de Dau al Set, su nombre corría parejo a los grandes artistas del país y su prestigio como crítico de arte era incuestionado. Empecé a tratarle en los noventa, ya como galerista. De trato ameno, venía a menudo a visitar las exposiciones que presentaba y con el devenir de los días nos fuimos haciendo amigos. Muchos fueron los proyectos que ideamos y compartimos durante los dosmil, desde exposiciones como Tàpies en las colecciones privadas a publicaciones sobre conversaciones con artistas. En todo momento estuvieron presentes su erudición y buen humor. Las visitas a su casa siempre acababan con conversaciones a tres con su esposa Consòl, su gran cómplice en el camino de la vida durante más de 70 años.
Cuando en 2011 fui nombrado director en el Institut de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona pregunté por los méritos que la ciudad le había otorgado. ¡No me sorprendió saber que los tenía todos! Reuní a los representantes del sector para preguntarles cómo verían que, desde La Virreina Centre de la Imatge, dedicáramos una exposición a su trayectoria. Querido y respetado a partes iguales, hubo un consenso absoluto en que se la merecía.
La exposición, comisariada por Sílvia Múñoz d’Imbert, vería la luz en 2012. De ahí salió la publicación que editó Joan Sala de Comanegra Pensar la imatge. Homenatge a Arnau Puig, donde se recogía su extensa trayectoria. También una maratoniana jornada de conferencias donde participaron profesionales que lo habían tratado. Allí se destiló la monumentalidad de su obra: su pensamiento como filósofo, su paso como profesor de estética en la Escuela de Arquitectura, su estrecha relación con la poesía, sus largas estancias en París y su paso por la Sorbona, la época en Roma como director del Instituto de Historia y Arqueología, o sus largos años de presidente de la Associació Catalana de crítics d’art. En conjunto, unos testimonios que demostraron su larga y densa trayectoria en tantos y tan distintos campos. Por aquellas fechas vendría la concesión del Premi Nacional de Cultura y unos años más tarde la Légion d’Honneur francesa en grado de Officier.
La semana pasada Arnau me llamó con voz fuerte. Estaba ya ingresado en el hospital por una afección cardíaca que venía arrastrando de lejos. En pleno confinamiento, sus palabras fueron claras: Llucià, estoy al final de mis días, y ya sabes lo que tienes que hacer con mi ordenador [su archivo] y colección, que dejo como pieza indivisible a la Escuela de Arquitectura de la Universitat Politècnica de Catalunya. Sus palabras sonaron como órdenes para la ejecución de sus últimas voluntades. Tres días más tarde la lucidez de su pensamiento se iba para siempre. Nos quedará el legado de aquel a quien los años no van a hacer más que engrandecer.
*
Llucià Homs és assessor cultural i cofundador de Hänsel* i Gretel*
Be First to Comment