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Gisela Chillida — No seas ese chico que

A partir del 11 de noviembre las mujeres vamos a seguir trabajando, pero sin cobrar. Se trata de una fecha simbólica que busca hacernos reflexionar acerca de la brecha salarial. Pues en España, los hombres ganan casi un 12 % más respecto a las mujeres que ocupan cargos similares. El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer con el objetivo de denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación. Es entonces buen momento para mirar a nuestro alrededor y ver todo el camino que nos queda todavía por avanzar.

“¿Has silbado alguna vez a una chica por la calle? ¿La has invitado a cenar y has creído que te debía algo a cambio? ¿La has hecho sentir culpable? ¿La has forzado a hacer algo que no quería?” Son algunas de las preguntas que varios jóvenes formulan mirando fijamente a cámara en la campaña #DontBeThatGuy (‘No seas ese chico’), promovida por la policía escocesa para concienciar a los hombres de que la violencia sexual “empieza mucho antes de lo que normalmente piensan”. No seas como James Bond, ni como Tony Soprano, ni como la mayoría de hombres que vemos en Juego de Tronos, nos explican en uno de los artículos colgados en su web donde detallan a diez personajes fílmicos que son ese chico que no querrías ser.

A la lista podríamos añadir muchos chicos que desgraciadamente no son personajes de ficción. No seas como Peyu y Jair. No seas como Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero.

Sobre los dos primeros, y para los que aún no lo hayan visto, hace unos días denunciaron en redes que TV3 les había “censurado” un gag de su sección Bricoheroes, parodia de Bricomanía, donde realizan trucos de bricolaje y chapuzas que sucedía tal que así – resumo de memoria porque tuve suficiente con un par de visionados– : Jair le pregunta a Peyu si no desearía cobrar por lo que hace, por sus “bricolajes”, como hacen los ricos. Ante tal propuesta, Peyu no parece muy seducido, por lo cual Jair insistentemente le pregunta que desearía hacer si fuera rico. Finalmente, Peyu, ante la presión de su compañero, termina diciendo “que me la chupara la Reina Letizia”. “no, eso no es suficientemente de rico, si me hubieras dicho la hija…”, responde Jair, seguido por risitas de ambos. Mencionaron a Letizia, pero podrían haber dicho Angelina Jolie. O cualquier otra mujer. Y algo me hace intuir que jamás hubieran dicho el Rey Felipe, no nos fuéramos a confundir con su orientación sexual. Jamás pensé que escribiría un artículo defendiendo a algún miembro de la monarquía. Puede que la verdadera sororidad sea esta, defendernos sin importar nada más. Escogieron a Letizia y a su hija mayor, porque lo que importa es la satisfacción de su deseo. El nuestro no existe.

Lo que dicen, pensaré que sin darse cuenta, es que la máxima aspiración que puede tener un hombre es que una mujer te haga una felación y, lo que es muchísimo peor, que si eres rico, te la podría hacer una menor. Dicho de otro modo, el mayor deseo de un hombre es que una niña lo satisfaga sexualmente. Pero los pobres no se lo pueden permitir y tienen que conformarse con mujeres de mayor edad.

Empecé escribiendo el artículo después de ver algunos comentarios en Twitter. Nosotras, dolidas. Ellos, diciendo que exageramos. Creo que quitar hierro a lo que decimos es muy grave y sintomático. Sus chascarrillos pretenden hacernos reír, y cuando no nos reímos –¡oh, vaya!– “es que no tenéis sentido del humor”, responden ellos. “Trobo que esteu molt exaltats, chochetes”, tuiteó Jair Domínguez, uno de los humoristas en cuestión. A ver si los, “exaltados y exagerados” van a ser ellos, que hacen un chiste (malísimo) y se ofenden cuando les decimos que no tuvo gracia.

Lo más preocupante de este tipo de actitudes es que ni tan siquiera cuando se les recrimina alguna acción reconocen haberse equivocado. No solo molesta lo que hicieron o dijeron sino su falta de humildad, su prepotencia, su resistencia a retroceder, su insistencia en ser ellos quienes hablan y nosotras quienes callamos. Se llama patriarcado. Sois portadores de toda una tradición, de unos símbolos, unas costumbres y en vuestras acciones está el cambiarlas o perpetuarlas. Si sigues haciendo humor rancio, si sigues considerando que puedes hacer chistes sobre pederastia, perpetuas el machismo y la cultura de la violación.

¿Qué se puede hacer humor sobre cualquier tema? Seguramente no. Reírte o ridiculizar a colectivos desde tu privilegio (masculino, blanco, hetero, cis…) solamente deja ver tu falta de empatía, sensibilidad y respeto. Si ese colectivo te hace saber que está ofendido, quizá es momento de decir “lo siento, no volverá a pasar”. Contar o reírse con un chiste machista podría parecer inofensivo, pero es el combustible para otros tipos de violencia mucho más graves (y mortales). El humor machista genera camaradería, genera complicidad y abona el terreno para la tolerancia hacia actitudes reprobables.

Hacer chistes groseros nada tiene que ver con la libertad de expresión. La libertad de expresión no solamente depende de lo que se puede decir o no, sino de quien puede hablar, desde dónde y a quién. No importan solo las palabras, sino quien las dice y quien las escucha. Hablamos de quien hace humor y quien ríe. Porque en un mundo tan desigual, tan triste, la risa puede que sea el último gran privilegio.

A los señores ganadores del Planeta, ya que han sido galardonados por su literatura, podrían dedicar algún tiempo a la lectura. Podrían empezar con ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? (ARTnews, 1971) de Linda Nochlin y terminar con El otro lado de la montaña. Así verías el mundo si no te lo contara siempre un hombre blanco europeo (Temas de Hoy, 2020) de Minna Salami. Quizá, entenderían la violencia de “esconderse” detrás de un pseudónimo femenino. Ahora que el feminismo ha conseguido derribar puertas que nos vetaban la entrada a los espacios reservados al hombre, usurpan nuestros nombres y nuestros espacios. Y lo hacen a traición. Temen las cuotas, temen la paridad. “Es solo cuestión de talento”, nos dicen. Ni era un juego, ni era un mero “nombre”, ni era una estrategia de márquetin, eran hombres recordándonos que no podemos escribir, que la literatura no es nuestro lugar, y que si por algún casual buscamos hacernos un sitio, ellos no lo van a permitir.

No seas ese chico que hace chistes groseros, no seas ese chico que comenta nuestros cuerpos con sus compañeros de trabajo, no seas ese chico que piropea a las desconocidas, ese que nos mira y toca sin que queramos, ese que habla y no escucha, ese que nos acosa, viola, maltrata, mata. No seas ese chico que se ríe con un chiste sobre pederastía, ese que calla cuando escucha un comentario machista, ese que no hace nada cuando recibe una foto revenge porn… no seas cómplice del machismo, sé un buen aliado. Y, simplemente, cuando estés en un lugar de poder, ese que os da la literatura laureada o los minutos de televisión en prime time, o cuando dais una conferencia, cuando presidís una reunión… mirad a vuestro alrededor. ¿Cuántos hombres heteroblancocis reconocéis? ¿A cuántas mujeres?¿A cuántos migrantes?¿Gente con diversidad funcional?¿Personas trans? Echad cálculos. Siempre sois más. A veces sois tantos que sois los únicos.

Published inARTÍCULOS DE TODOS LOS CICLOSCosmopolitismo o el retorno al bosquePUBLICACIONES

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