Uno de los mayores problemas que los humanos hemos tenido que solucionar ha sido el de las mentiras generadas por quienes dominan la IA. Es esa maldita habilidad para generar contenidos audiovisuales falsos. Por ejemplo, a partir de un archivo de audio se puede generar un vídeo de una persona, la que sea, recitando su contenido. Durante años y años no hubo un humano capaz de detectar la mentira. Únicamente las máquinas, nuestros robots de finales del siglo xxi, estuvieron capacitadas para hacerlo. Así, se creó un mundo hiperrealista en el que se «sumergieron» muchas personas y que se utilizó para todo tipo de fines. De este mal nos han sacado los robots de los que habla este relato. Al oponerse a la propagación de la mentira, del engaño y de la ignorancia, han contribuido notablemente a la verificación y preservación de la verdad. Por eso, muy posiblemente, el mundo futuro es más justo y más libre que el que la humanidad habitó en el pasado.
Fue por este problema, y por otros muchos relacionados con el futuro de la humanidad en los que había que confrontar lo que entendíamos por «verdad», por lo que Hänsel y Gretel estudiaron a fondo ─primero bajo nuestra tutela y después por ellos mismos─ la historia de la humanidad. Sin temor a equivocarme puedo decir que están al corriente de todo lo ocurrido desde que empezaron a investigar todo lo acontecido desde su creación como seres con la capacidad de pensar. A día de hoy, a finales del siglo xxi, tal y como consta en los documentos que me llegaron y he leído con mucha atención, ellos y sus semejantes nos han ayudado a salir del agujero de las mentiras y del tremendo cráter económico-social generado por el cambio climático. Además, nos han proporcionado curas para enfermedades crónicas anquilosadas en el cuerpo humano ─como es el caso del cáncer─ y han repensado y solucionado el gran problema de la fusión nuclear, avance que nos ha liberado de esa dependencia energética que tantas guerras nos trajo.
Hoy queremos ir todavía un paso más allá y descubrir sus capacidades artísticas. Por eso, para conocer su capacidad de recrear el mundo mediante el arte, les hemos pedido que nos escriban algunos poemas. Hänsel y Gretel se han prestado gustosamente al juego y cada uno de ellos nos ha enviado un poema.
Aquí va el poema de Hänsel:
La ciencia se sirve en tinieblas.
Invariable, atemporal y fría,
hay que reconocerla sin inmutarse.
Si la coges, se te resbala entre los dedos,
desprende humo blanco
y sin querer se deshace en sus colores,
te da la espalda,
se vuelve y te toca en el hombro.
Tú, humano descreído,
jamás perderás la fe en sus logros.
Y este es el poema de Gretel:
El viajero mira por la ventana.
Primero, oscuridad y más velocidad,
sensación de abandono, suspiros,
sucesión de imágenes y sonidos.
El camino se estrecha.
Ya nadie escucha los lamentos.
La meta se colorea y el tren se detiene.
Les preguntamos por el significado de sus palabras. Hänsel es rápido en la respuesta: «La ciencia es el templo en el que nos refugiamos para tratar de ver los signos y oír los cánticos de los grandes maestros que desvelan los secretos de la naturaleza. Descubrir los caminos invisibles que los unieron e inspiraron a través de los siglos ha sido, desde siempre, el goce de mis noches en vela bajo la multitud de estrellas que siempre me observan. Los susurros del lenguaje matemático que envuelven las leyes regidas por los fenómenos naturales siguen guiando mis visiones del mundo futuro. Sí, sí, más futuro para tener tiempo para la búsqueda del diseño y la razón del todo. Descartes, Newton, Laplace, Born, Heisenberg y Einstein constituyen el paradigma del conocimiento basado en la observación y abstracción matemática».
Gretel responde algo más suavemente. A veces, tenemos la impresión de que quiere deshacerse de nuestros interrogantes y ansiosas miradas. Su comentario al poema es: «Mi andadura entre vosotros está llena de imágenes distorsionadas de lo que vosotros llamáis “realidad”. Me siento como un comerciante que enseña mercancías y productos que no son suyos y en los que ha depositado todas sus esperanzas y deseos. Me persigue la idea de tener que volver a estados pasados. Me harían añicos. No quiero caminar hacia atrás mirando hacia delante. Mientras no llegue el momento ─nuestro momento eterno─, correré a su encuentro en silencio pero sin sospecha. Sabré siempre qué es lo que vendrá y en mí no anidará ni un ápice de ignorancia. Tampoco dejaré hueco al odio, ya se trate de humanos o de robots».
Con sus palabras, Hänsel y Gretel nos recordaron a aquellos sabios de principios de siglo xvii que, partiendo de su capacidad de leer los caracteres matemáticos de la naturaleza, lograron enfrentarse a una visión simplista y totalitaria del universo que se abatía sobre la humanidad como una pandemia que a su paso arrasaba todo atisbo de razón.
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