Han transcurrido cinco años desde la primera edición del Barcelona Gallery Weekend. De esa primera cita que celebraba la apertura de la temporada expositiva de las galerías de arte, recuerdo excitación, entusiasmo y galerías repletas de nuevas caras. La curiosidad suscitada por la novedad fue contagiosa y movió masas a las que los galeristas ya no estaban acostumbrados. En una ciudad como Barcelona, donde hace treinta años las galerías de arte representaban el escenario privilegiado para el debate sociocultural, el interés para el consumo de arte (entendiendo con esto tanto el disfrute contemplativo como la compra de obras) ha ido mermando en los años. La decisión de organizar un evento como Barcelona Gallery Weekend ha sido el plato que las galerías han puesto sobre la mesa del consumo de arte en nuestra ciudad, una apuesta para volver a nutrir el debate cultural y acercar ese añorado público.
Detrás del cambio de tendencias y de la disminución de interés se apuntan diferentes causas que sumándose han contribuido a crear en el tiempo el actual escenario. A una deliberada estrategia política que ha asignado a Barcelona la capitanía en el ámbito del diseño (gráfico e industrial), y a Madrid el papel de capital del arte se suman también otros factores. Los cambios de hábitos de una sociedad que ahora prioriza otros bienes de consumo, la saturación de micro-realidades y eventos que llenan la agenda cultural ciudadana y que ven diluido su impacto comunicativo, la falta en Barcelona de una entidad carismática y poderosa que haga de tracción y que plantee retos al sector artístico (sea museo, galería o fundación), la carencia de un plan educativo específico que ponga en valor la creación artística son algunas posibles causas. En el estudio titulado El consumo cultural: ¿cuestión de gusto o de precio? realizado por investigadores de la Universidad de Oviedo publicado por el Observatorio Social de La Caixa en enero 2018, emerge que “la educación es el factor que influye más en el consumo cultural. Directamente, porque cuanto más alto es el nivel educativo, más interés hay por la cultura. E indirectamente, porque más educación implica también más renta y, por lo tanto, más consumo cultural.” Y entre las conclusiones se analiza que “La falta de interés es el motivo principal de la no asistencia a espectáculos en directo y lugares de interés cultural. Si el que se pretende es contrarrestar la carencia de interés de la población, se tiene que incidir en la educación cultural de los niños para que puedan desarrollar el interés y los gustos artísticos.”
Hablando específicamente de galerías de arte, en la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2018/2019, estadística oficial de periodicidad cuatrienal incluida en el Plan Estadístico Nacional, emerge que “los niveles de asistencia a galerías de arte son muy inferiores a los observados en museos. Un 16,0% de la población investigada ha visitado una galería de arte en el último año” y “en relación al mercado del arte, […] el 1,2% ha realizado alguna compra y un 0,6% se clasifica como coleccionista de arte.” Estos resultados desalentadores son indicadores también de una cierta desinformación (o, mejor dicho, mala información) que contribuye a relegar el mundo del arte a las esferas “altas” alimentando la percepción de que de algo elitista se trate. Responsables de ellos algunos mismos agentes del sector, a los que este elitismo les favorece.
Ahora bien, si lo deseado es reapropiarse del público y consecuentemente ganar más peso específico en el mercado, quizás habría que insistir en una democratización del arte que pasa por la ruptura de tabúes y de falsos mitos. Para empezar, es importante insistir en que las galerías de arte ofrecen la posibilidad de consumir arte de manera gratuita y están abiertas prácticamente todo el año. En estos espacios privados, a menudo se puede disfrutar tanto de grandes obras maestras como de verdaderas primicias artísticas, algo fuera del mainstream y, en alguna afortunada ocasión, también de prácticas que algún día dictarán ellas mismas las reglas del mainstream. En segundo lugar, hay que facilitar la conexión entre el público y las galerías. Con ambos hay que realizar una constante labor pedagógica para que se rompan brechas en los muros de preconceptos e inseguridades. Encuentros, charlas y entrevistas, visitas guiadas, eventos lúdicos y gastronómicos, debates, son algunas propuestas de agregación y acercamiento. Tercero, no es cierto que adquirir obras de arte requiere de increíbles fortunas. Existen obras de arte en un rango de precio considerado asequible y planes de financiación que hoy en día prácticamente cada galería ofrece a sus clientes. Y, por último, las galerías se tienen que plantear cambios de modelos en conformidad con los cambios que exige la sociedad en la que actúan.
Volviendo a nuestra Barcelona, vemos señales de apertura y la adopción de nuevos paradigmas en las nuevas generaciones de galeristas y en las menos jóvenes que miran más allá de la rutina diaria. Las fórmulas colaborativas, la experimentación con nuevos formatos, la reconversión del espacio expositivo en laboratorio de ideas, la aspiración a hacer convivir el aspecto comercial con un modelo más próximo a lo institucional son todas buenas señas de que la crisis de los últimos diez años y la urgencia de renovación han generado inquietudes y posibles respuestas.
El Barcelona Gallery Weekend es el fruto de este espíritu del cambio, una declaración de intenciones de un sector que reivindica su papel protagonista en el contexto cultural de la ciudad. En un área metropolitana de fácil alance y bien conectada, el modelo de Gallery Weekend (empleado ya en la mayoría de ciudades con escena artística) pareció la mejor alternativa a una feria de gran tamaño. Entendiéndolo como contenedor de oportunidades para abrir nuevas perspectivas y captar públicos, este fin de semana de apertura de temporada quiere recordar que existen otras maneras de vivir la ciudad y su oferta cultural, y que los espacios de exposiciones también son lugares de encuentro, descubrimiento, intercambio de ideas y (¿por qué no?) fiesta.
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Susanna Corchia és la Directora del Barcelona Gallery Weekend
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