Me desplacé a Matadepera (Barcelona) para hacer la sesión de fotos. Estaba algo abrumada por el encargo. En aquella época, la prensa afirmaba que Jaume Cabré era el mejor escritor europeo del momento y algunos periodistas le llamaban ‘monstruo’ de la literatura catalana. Yo no podía dejar de imaginar qué tipo de ‘monstruo’ sería. Llegué a su casa, llamé a la puerta y, para mi sorpresa, abrió un hombre afable que me invitó a pasar a su despacho. Era un profesional sereno, complaciente a mis peticiones, relajado ante la cámara. Tenía exactamente esa mirada serena que ilumina los retratos, que ilumina la vida. Era un ‘monstruo’ de los buenos, de los agradables, de los que regalan fotos.
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