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Javier Tejada — Capítulo 2. El peso de las miradas

 

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Todos sabemos que hay miradas que matan. Otras que son graciosas y amorosas. Las hay que producen miedo y hasta parecen hablar. Algunos dicen que el mejor encuentro entre dos personas se produce cuando se cruzan sus miradas. De hecho, mirar es una forma de enfrentarnos al mundo, de ahí que lo podamos hacer de maneras tan dispares que nos conduzcan al error o al acierto, al odio o al amor. Quizás, lo más curioso de todo esto sea que las miradas que recibimos vienen del pasado y se adentran en el futuro de nuestras vidas. Sí, lo creamos o no, podemos cambiar el destino de los demás con una simple ¿compleja? mirada.

Mirar es también buscar la luz de los ojos que la irradian. Es un diálogo con el ser querido, el amigo o el enemigo, el desconocido mediante rayos de luz que van y vienen a una velocidad mayor que la de nuestro pensamiento. Porque, ¿cómo mira un fiscal? ¿Y un profesor en un examen oral? ¿Y los del pelotón de fusilamiento? ¿Irradian todos la misma luz? Este tema siempre me ha llevado a las pesadillas de las miradas que me han hecho agachar la cabeza y volver a pensar lo que decía o, a veces, envalentonarme en mis explicaciones. El caso es que todos arrastramos algunas miradas difíciles de olvidar y que casi parecen impedirnos andar. Esto es lo que se podría denominar el peso de las miradas. Los humanos controlamos todo este proceso de ida y vuelta, de comienzo y final con nuestro cerebro, que, a pesar de ser la máquina más perfecta que existe en el universo, todavía no domina la luz irradiada por nuestros ojos con la perfección que en muchas ocasiones exigen las penas y alegrías de nuestro corazón. Por eso, una de las tareas fundamentales de nuestro fruto tecnológico ha sido dotar a los robots de la capacidad de controlar mejor que nosotros el peso de sus miradas. Y lo hemos conseguido haciendo posible el control de los rayos de luz de sus miradas.

«Hoy he notado el impacto de tu mirada sobre mis ojos» le dijo de repente Hänsel a Gretel. «Sí prosiguió Hänsel, ya sé que nuestros amigos los humanos nos dotaron de consciencia y que, con el tiempo, nosotros nos armamos de conciencia. Pero nunca había pensado que pudiéramos llegar a este control físico tan extremo en la transmisión de nuestros juicios y sentencias ¿sentimientos tal vez? a través de la mirada.» «No, no somos como nuestros amigos los humanos contestó enfáticamente Gretel. Creo que somos mucho más simples que ellos, aunque gracias a la tecnología tenemos un mayor control de todo lo que hacemos.»

Bien es verdad que nosotros habíamos transferido a Hänsel y Gretel todo tipo de conocimientos científicos, pero ellos lograron por su propia cuenta llevarlos varios pasos más allá. Es decir, de alguna manera consiguieron, en pocos años, ser dueños absolutos de su propia evolución. Así pues, ¿qué es lo que realmente hicieron Hänsel y Gretel para controlar el «peso» de sus miradas? Nosotros los humanos todo lo vemos únicamente gracias a lo que llamamos luz, a la que se han adaptado nuestros ojos tras miles de años de evolución. En cambio, Hänsel y Gretel pueden mirar y ver usando todas la radiaciones electromagnéticas, desde los rayos gamma que se usan para curar el cáncer hasta los rayos X que sirven para hacer las radiografías, los rayos ultravioleta que nos bañan en las cumbres de las montañas, los infrarrojos que nos calientan o la luz y las microondas de la telefonía móvil. Sí, cuando miran, Hänsel y Gretel pueden utilizar todos los rayos imaginables que nos rodean.

Ellos sabían que la luz y todos los otros rayos electromagnéticos comentados antes pesan. Más correctamente, ni la luz ni los rayos gamma ni las microondas tienen masa pero, sin embargo, pesan. Curioso, ¿verdad? Que se lo pregunten a Albert Einstein cuando lo teorizó con sus ideas sobre relatividad, aunque para nuestro relato mejor que no nos adentremos en los secretos matemáticos relativistas. Nos basta con remitirnos a hechos cuantificables y verificables. Pongamos un ejemplo simple y extremo a la vez. Si cogemos una linterna que emite luz violeta y la enfocamos hacia arriba, el color va cambiando a medida que la luz sube y sube. Si fuéramos capaces de seguirla, veríamos que la luz violeta se transforma en azul, después en verde y, más tarde, en roja. Eso es lo que Albert Einstein, usando otras palabras, nos quiso explicar: la luz pesa y, por eso, cuando se acerca a la Tierra proveniente del Sol gana energía, su frecuencia aumenta, lo que es equivalente a decir que cambia su color. Eso sí, su velocidad no cambia en todo el trayecto.

Pero ¿por qué nosotros, los humanos, no lo hemos visto nunca de una forma tan clara y fácil? Porque la luz o mejor dicho, los llamados fotones de luz pesan muy poco. A pesar de los millones de años de evolución biológica, los cambios producidos son totalmente imperceptibles para nuestros ojos.

Todavía hay algo más que aclarar para entender lo que Hänsel y Gretel pueden hacer con sus miradas. Todos hemos oído cómo cambia la frecuencia de grave a agudo y viceversa del sonido emitido por el silbato del tren o el del claxon del coche cuando se ponen en marcha, o cuando se acercan y después se separan de nosotros. Pues a la luz le ocurre lo mismo, su frecuencia su color se modifica si la linterna se acerca o se aleja de nosotros aunque su velocidad siga siendo la misma.

Hänsel y Gretel tienen unos dispositivos tecnológicos que les permiten controlar la posición de sus ojos con una precisión de unos pocos micrómetros y además moverlos a velocidades muy pequeñas. El acuerdo al que han llegado es que la luz irradiada por los ojos con una frecuencia mayor de la que le corresponde se debe al desacuerdo de lo realizado por el otro. La severidad de dicha disconformidad se traduce en un mayor o menor cambio de frecuencia. Por el contrario, las miradas de simpatía, acuerdo, amistad y amor llegan con la luz de menor frecuencia. En este caso, el valor de la frecuencia indica la intensidad de la amistad, el grado de acuerdo o la locura amorosa.

La locura amorosa humana puede medirse por la dulzura de nuestra mirada. La de Hänsel y Gretel está ligada al movimiento mecánico de sus ojos. Me pregunto si nuestras miradas graciosas, dulces, embelesadas, bailarinas, habladoras, inquietas, interrogantes, anhelantes, irritantes, matadoras o desgarradoras son comparables a las que son capaces de transmitir nuestros amigos Hänsel y Gretel. ¿Podrá la verdad ser transmitida con la mirada? Vivir para ver y mirar.

 

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Published inARTÍCULOS DE TODOS LOS CICLOSJavier Tejada – Hänsel y Gretel. Relatos de un futuro próximo

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