El tópico dice que nadie es profeta en su tierra. Y, aunque no es así en el teatro barcelonés, que se nutre básicamente de actores, directores y grupos locales, sí que es cierto que hay un número importante de compañías barcelonesas, las que más se alejan de las fórmulas tradicionales y ortodoxas, que son mucho más conocidas y reconocidas en los escenarios internacionales que en los propios.
Eso pasó con La Veronal cuando estrenó el Grec 2015: llegó al anfiteatro de Montjuïc con un amplio bagaje internacional pero eran muy pocos los barceloneses que sabían de ella. Eso pasaba también con una de las compañías que presentó su trabajo en Temporada Alta, la de Roger Bernat que, pese a su veteranía, seguía siendo considerado enfant terrible de las tablas patrias. Aunque, con ellos, parece que hay que hablar en pasado, porque tras su paso por Girona con un Hamlet convertido en juicio popular han sido programados por dos salas barcelonesas con pocas semanas de diferencia: Hiroshima y el Lliure.
Pocos días antes de estrenar su versión Hamlet en Girona me comentaba Bernat para una entrevista en el Cultura|s de La Vanguardia la paradoja de trabajar más en el extranjero que aquí, a la vez que trataba de determinar cuáles podían ser las causas y quiénes los culpables. Y concluía que no es el público quien se resiste a acudir a nuevas experiencias escénicas sino que son los gestores culturales quienes actúan como principal obstáculo para una renovación de las propuestas que pueden verse en los teatros de la ciudad. Apuntaba entonces Bernat que son los gestores quienes, abanderándose como guardia pretoriana de un espectador que creen anquilosado en el pasado y reacio a todo lo nuevo, vetan la presencia de estas propuestas renovadoras.
Él, por fin, ha conseguido demostrar que su teatro sí conecta con el espectador. Pero, ¿tenía razón al apuntar que el gusto de los programadores está superado por el del público? ¿Se está produciendo en nuestro teatro un fenómeno parecido al vivido en la televisión que se ha banalizado más y más amparándose en el supuesto gusto del televidente?
*
Núria Cuadrado es periodista cultural.