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Gisela Chillida – Problemas de alimentación

El sistema colapsa. Luego de este barbecho, quizá sea momento para probar otros modos de cultivo, experimentar con nuevas semillas para que aparezcan otras florescencias y quien sabe si también algunas plantas suculentas. Ante la inminente amenaza de salación de casi todos nuestros terrenos, debemos buscar encuentros no únicamente con la intención de hacer reivindicaciones conjuntas sino también para plantearnos cuestiones que nos ayuden a decidir qué direcciones queremos tomar. La supervivencia económica no puede acaparar todo el discurso ni nuestras demandas pender únicamente de la obtención de recursos. De nada servirá ocuparse de la reivindicación y gestión de los medios si estos no va acompañados de una activación de las potencialidades… Sobre la mesa debemos poner otras cuestiones que guíen y vayan de la mano de las reivindicaciones sectoriales: ¿De qué modo(s) podemos y debemos producir en el ámbito artístico y cultural? ¿Cuál es el lugar del artista? ¿Dónde nos situamos y en qué dirección nos movemos? En definitiva, ¿cuál es nuestro compromiso para con la sociedad? O, dicho de otro modo, ¿quién nos alimenta? Y, ¿a quién alimentamos?

Hoy día parece que nadie nos alimenta así que llegados a este punto no deberíamos de tener miedo de morder la mano que no nos da de comer. El mercado nunca fue la respuesta y volvernos hacia él tampoco será la solución. Podríamos apelar aquí algunas de las estadísticas que indican el ínfimo número de artistas que logra unos ingresos más o menos aceptables gracias a las ventas. La dinámica de la convocatoria, del concurso, de la subvención fomenta unas dinámicas que pueden resultar un tanto peligrosas. Obliga a la generación de un excedente de proyectos. Genera competición. Deja en manos de un “jurado de expertos” la decisión de si la obra de arte se lleva a cabo o si queda en el papel. Tampoco nos alimenta el museo ni el centro de arte ni cualquiera de sus versiones, públicas o privadas. Más allá de cumplir con unas buenas prácticas (pagar los honorarios por exhibición, acarrear con la producción en caso de que sea obra ex profeso, acarrear con el transporte y los seguros…) que hoy en día no siempre se cumplen, los espacios de exhibición difícilmente podrán traducirse en unos ingresos señalables. Finalmente, nos queda siempre el autosustento: cajas de resistencia, redes de solidaridad y todos los espectros de la autogestión que, como ya veníamos haciendo, ponen el peso en la cooperación. Está claro que el artista ni vive ni puede ni debe vivir de una única fuente de financiación -pública o privada- sino que contrariamente, cuantas más vías de ingresos, menor la dependencia de una de ella y, por tanto, mayor la libertad.

Y, ¿a qué y quién debemos alimentar? Necesitamos un arte que empuje la transformación. Necesitamos un arte orientado a transformar la cultura, un arte opuesto a la Cultura en tanto que industria cultural y patrimonio). Hoy el (verdadero) arte, el arte (realmente necesario) sólo puede ser anti-capitalista, anti-patriarcal, anti-colonial… El resto es accesorio, ornamento, comparsa. A día de hoy, sobra decir que los cambios -culturales, sociales, económicos, políticos, a nivel local y a nivel global- son ineludibles y apremiantes. Así, la transformación que debe percutir el arte no es directamente política, social o económica. La transformación política, social y económica que podemos operar des del arte es a través de nuestra acción sobre la cultura, por eso, un arte “comprometido” será aquel cuyo objetivo sea ese: quebrar la Cultura. Y es en este transformar la cultura donde debe situarse el artista. Por eso mismo, deberíamos hablar de arte revolucionario (esto es, con poder transformador) o contrarevolucionario (y por tanto, petrificador). Como en toda contienda, la neutralidad no existe. En este sentido, si se aparta de la industria cultural y funciona como resistencia, como ataque que ayude a imaginar que otras vías son posibles, el arte puede convertirse en una de las claves hacia una sociedad más justa, igualitaria, sostenible…

Sobrepasado este interregno, tocará asentar las bases para una “nueva normalidad”. Serán necesarios muchos reajustes, muchos replanteamientos, nuevos modos en los que debe ser indispensable la acción ciudadana. Hasta ahora, se nos ha mantenido totalmente al margen de la toma de decisiones, simplemente se ha apelado a nuestra responsabilidad como conciudadanos, pero no ha habido espacio para que pudiéramos debatir conjuntamente. Tocará pensar cómo podemos construir entre todas ese nuevo porvenir para no dejarlo todo en manos del papá Estado. El mañana pedirá seres capaces de vivir en la incertidumbre, de saber dar respuestas imaginativas, de crear espacios de encuentro que no teman el conflicto y el disenso. Tendremos que aprender a dejarnos asesorar, a discernir las fuentes de información fiables de la contrainformación y la desinformación. Y todo esto deberemos aprenderlo a.s.a.p.*: sabemos que ante nuevas pandemias, la presteza será la clave del éxito. Es por eso que necesitamos más que nunca sujetos conscientes e implicados, capaces de pensar, de entender y de expresar, para actuar y sobre todo, para transformar juntas. Y será en este contexto que los artistas encuentren un lugar relevante donde operar.

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*As soon as possible

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Gisela Chillida és historiadora de l’art i comissària independent

Published inARTÍCULOS DE TODOS LOS CICLOSConstrucción y cansamiento en la Barcelona culturalPUBLICACIONES

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