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Gisela Chillida – Comisario como partera: el arte de hacer nacer (exposiciones)

El comisario no es un guardián con poder legitimador que desarrolla tareas de vigilancia. Su material no son objetos -bienes culturales- que cataloga, inventaría, documenta, estudia. Su labor no debe ser meramente organizativa y seleccionadora. Tampoco puramente mediadora. Ni únicamente teórica. El comisario trabaja junto con artistas. Hay que entender que el comisariado es un trabajo en equipo donde cada uno desarrolla una labor distinta pero complementaria. ¿Qué papel juega entonces el comisario en este equipo? Figura evidentemente transversal entre la producción artística y su exhibición, camina siempre entre tres espacios: la biblioteca, el taller y la sala de exposiciones. Su función principal es aquella que se orienta a los cuidados y al acompañamiento: brinda apoyo físico, emocional e informativo. Por eso, su tarea se asemeja a la de una doula, partera, comadrona, matrona… De esta manera, podemos hablar del comisariado como mayéutica, esto es, como arte obstétrico o como arte de hacer nacer (exposiciones).

Las doulas juegan un papel fundamental que requiere atención especializada y constante: pueden dar información, reducir el temor, aconsejar técnicas, proporcionar soporte emocional, ofrecer recomendaciones y consejos o simplemente palabras de ánimo… Si entendemos el comisariado como arte obstétrico, veremos que la relación establecida entre artista y comisario es de complicidad, de confianza, de alianza. Lo que une artista y comisario es siempre la conversación y el diálogo, entre ellos se establece una relación dialéctica que se dirige hacia un proceso de aprendizaje conjunto.

Sócrates, según nos cuenta Platón en el Teeteto, explica así el arte de la mayéutica: primero, despierta y apacigua los dolores del parto. Segundo, conduce bien los partos difíciles. Tercero, provoca, si es necesario, el aborto. Se trata así de un proceso alambicado en el que nuestra tarea como comisarios consiste en sacar del artista lo que hay de latente e inconsciente, de convertir en presencia lo que sólo se encontraba como potencia. Se trata de descubrir juntos, de sacar del artista lo mejor de él (y no aquello que nos interesa de él). También de combatir lo erróneo. Ambos deben ser capaces de crear un espacio de trabajo y reflexión que convierta la exposición en “una obra que construyen dos protagonistas y que se completa cuando ambos logran ingresar en el mundo del otro”, escribe también Platón en el Teeteto. Es cierto que el artista puede dar a luz sin un curador. Pero el trabajo será mucho más engorroso, y las complicaciones pueden hacerle alumbrar mortinatos.

El trabajo del comisario empieza, por tanto, mucho antes del rompimiento de aguas. Va más allá de la atención del parto y se prolonga del embarazo hasta el puerperio. La buena partera -explica también Sócrates- es aquella que es capaz de amañar felices matrimonios. Es entonces un proceso lento, que pide sus tiempos y tiene sus ritmos. La natalidad y no la mortalidad -escribe Hannah Arendt- puede ser la categoría central de lo político, distinguido del pensamiento metafísico”. “El milagro que salva al mundo, -escribe también Arendt- la esfera de los asuntos humanos, de su normal y «natural» ruina es en última instancia el hecho de la natalidad, en el cual la facultad de la acción está enraizada ontológicamente.

Lo verdaderamente interesante de este acercamiento mayéutico es que nos permite entender la producción artística como un trabajo colectivo surgido de las alianzas entre pares, unas relaciones horizontales basadas en la cercanía y la afinidad donde se comparten saberes al margen de la clínica. Dice Brecht en Teoría de la radio: “en estas ciudades todo género de producción artística empieza con un hombre que va al artista y le dice que tiene un salón. Acto seguido el artista interrumpe el trabajo que habla emprendido para otro hombre que le dijo que tenía un megáfono. Pues la profesión de artista consiste en encontrar algo que justifique luego la construcción hecha sin reflexión de un salón o un megáfono. Es una profesión difícil y malsana al propio tiempo”. Huyamos de esto para que todo empiece con dos amigos hablando, pensando, haciendo, alumbrando.

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Gisela Chillida és historiadora de l’art i comissària independent

Published inPUBLICACIONES

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