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Álex Sàlmon — La lucha entre el silencio, el gesto y la palabra

Un teatro en silencio no emite nada. Un escenario donde los actores gesticulan para explicarse sin palabras tiene la fuerza que controlan los personajes. Un actor sin palabras puede ser un mimo. O un individuo que llora y ríe. Son la esencia del teatro. Ya lo dibujaron los griegos. El drama y la comedia.

Un actor que ha estado en el escenario 40 años sin pronunciar una sola palabra, pero explicando muchas cosas, debe sentir una imperiosa necesidad de decir al menos un: “Hola. Soy yo. Estoy aquí”. Es una cuestión existencial. Y eso ha hecho Carles Sans.
Decíamos que el teatro que utiliza el mimo para narrar una historia tiene la fuerza del propio escenario. Ese lugar no deja de ser una caja abierta por delante donde el espectador fija su mirada en algo concreto. Solo eso ya tiene fuerza.
La palabra dicha abre otra metodología. Entonces la atracción que te atrapa es el personaje y la palabra, además del escenario, claro. Y junto a ella, la entonación, el timbre, la sonoridad, un listado de características que en el mimo no tienen importancia. No existen.

La compañía El Tricicle siempre ha utilizado el escenario como su eje fundamental para explicar historias. Había escenografía, pero sin excesos. Nada que pudiera distraer de lo verdaderamente importante: su trabajo gestual. A lo sumo, ruido y onomatopeyas.

Tras 40 años El Tricicle decidió que había llegado al final de su carrera y que eran necesarias otras propuestas. El camino de sus actores ya se había separado de forma parcial. Cada uno de ellos, me refiero a Carles Sans, Joan Gracia y Paco Mir, trabajaban desde hacía mucho tiempo en proyectos diferentes. Paco Mir en la dirección de algunas obras teatrales y Joan Gracia en trabajos artísticos relacionados con el music-hall.

Y así Carles Sans se decidió por la palabra. Expresarse en el escenario memorizando un guion anteriormente escrito y que pareciera improvisado. La esencia de la comedia.

Sans siempre ha sido, de los tres actores, aquel que ha puesto con mayor decisión el valor del sentido comunicativo de las palabras. Las escritas y pronunciadas. De los tres es el único que se ha atrevido a escribir y sus artículos periodísticos mantienen una intención, no solo en el contenido, sino también en el ritmo y la estructura.

Por ello, parecía normal que aquel que se decidiera a hablar sobre las tablas fuera él, aunque optara por el humor. Y no es que la comedia sea más fácil. No. Todo lo contrario. Pero la metodología de la que ha bebido siempre Sans ha sido parametrizada por la risa.

La obra que ha estrenado se titula “Por fin solo” y es una autobiografía, pero también biografía, de la historia de la compañía. Tiene una mezcla de ficción y no ficción y de testimonio que casi se convierte en un testigo directo, muy periodístico por otro lado, de las diferentes aventuras y anécdotas de Tricicle, pero con un punto de vista propio.

Se compone de diferentes secuencias, bien engarzadas, en algún caso hasta con ciertas interioridades de la vida de los tres actores. El espectáculo es divertido y cercano. La sensación es como si Carles Sans se dirigiera a sus amigos. O a los amigos de la compañía y que han seguido su trabajo, convirtiéndose en familiares. Porque hay que conocer el mundo de El Tricicle para entrar en muchas de las pequeñas bromas y chistes que el texto ofrece.

El montaje tenía para el actor dos dificultades fundamentales. Por un lado, memorizar la obra. Una cosa es trabajar situaciones, posturas y acciones, a lo que Sans estaba muy acostumbrado, y la otra recordar un guion de casi una hora y media que debía fluir como si todo fuera una ocurrencia del actor.

Por otro, las réplicas. Los monólogos son para un actor como lanzamientos al vacío sin posibilidad de red. Nadie puede rescatarlo. Los actores con oficio lo saben. Sans tiene ese oficio, pero no en soledad. Estos debieron ser sus grandes retos, superados con nota alta.La obra, que se estreno de forma oficial en el Teatro Borras después de muchos bolos, antes y después del confinamiento, tiene un largo recorrido. Existen ganas de ver al actor en solitario.

Se notó el día del estreno a la que asistieron todos los amigos, famosos y desconocidos, que tiene el actor. Las crónicas lo cuentan. Desde el presidente del Barça, Joan Laporta, su entrenador, Xavi Hernández, el cantante Joan Manuel Serrat, actores, escritores, arquitectos, periodistas, un largo listado de personas que han compartido los 40 años de su vida profesional.
Ahora que el teatro de Carles Sans tiene palabra y sentimiento ya hay que pensar en el siguiente paso. El actor tiene puntos de vista para todo. En esta obra, ha logrado reírse de uno mismo. Ahora debería darle paso a la introspección. Sacar su mundo interno pero organizado en un drama. Y hace reír, puede hacer llorar.

 

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