Barcelona es una capital en un país poliédrico y lleno de contradicciones. Seguramente eso no la hace especial. Cada zona del mundo tiene sus peculiaridades que la convierten en única. Pero los que se sienten barceloneses saben que compartir capitalidad cultural, social y económica con otra urbe alberga un juego en muchas ocasiones sugerente y en otras muy pesado. Ocurre entre Roma y Milán, entre Berlín y Frankfurt, entre Madrid y Barcelona.
La ciudad de Gaudí tuvo un momento de crecimiento y de proceso creativo intenso y apasionante en la década de los 70. Pepe Ribas, el que fuera director de la revista Ajoblanco, argumenta que fue gracias a que el poder se concentraba en Madrid lo que permitió que Barcelona pasara a la primera línea de la creatividad y con una libertad que ahora hace temblar.
La exposición inaugurada en el Palau Robert de Barcelona, Underground y contracultura en la Catalunya de los 70, zambulle al visitante en todo ello. Y puede que no sea coincidencia. Se nos vienen, de pronto, varias exposiciones y libros, sobre todo en Cataluña, donde esa época se convierte en protagonista.
Las instituciones catalanas en general no estuvieron por la labor y extrañamente en contra de la importancia que tuvo esa época para entender muchos de los éxitos creativos de la ciudad. En concreto el mundo nacionalista, que ya en su momento, cuando se estaban generando los primeros movimientos contra el régimen franquista, consideraban lo contracultural como inspirado únicamente por las drogas y los psicotrópicos, además de poco serio.
Entre Jordi Pujol, por ejemplo, y el dibujante Nazario o el pintor/activista Ocaña, pocas coincidencias. El primero quería construir un país. Los segundos, pasarlo bien.
En las cuestiones políticas, las diferencias fueron evidentes. En las cuestiones sociales, también. ¿Y en las libertades? Con echar una mirada a los contenidos de la exposición, aunque sea fugaz, demuestra de forma muy sencilla y clarificadora que lo políticamente correcto se ha adueñado de la sociedad contemporánea y que dibujos, frases, conceptos y demás extravagancias en estos momentos sería imposible aceptarlos.
Estamos hablando de una mezcla de autocensura e incorrección asumidas. Estereotipos que antes eran aceptados como la explicación de una situación en concreto, ahora son rechazados por insultantes y desconsiderados. Fuera de foco.
Así, se acontecen varias preguntas. Una de ellas, fundamental, es por qué interesan justo en estos momentos los años 70. Es cierto que la cifra de 50 aniversario es recurrente. Sin embargo, como en otras celebraciones, también se podía haber celebrado con 30 o con 40 años.
Es evidente que la situación de la cultura es importante. Pepe Ribas recordó en el acto de inauguración que “la cultura no se compra, se crea en libertad”. El momento creativo necesita de la explicación existencial.
La cultura underground que bañó Barcelona en los 70 llegaba de tres puntos de mundo muy concretos: California, Londres y Ámsterdam. Tenían características diferentes, pero les unía un detalle: estaban creadas sin subvenciones ni ayudas públicas.
Esa es una de las mayores reclamaciones de los que lideraron aquellos productos, expresión impronunciable durante aquellos tiempos: el dinero no es fundamental, sólo la imaginación.
Los críticos con esa idea asegurarán que la mayoría de los creadores que destacaron en aquellos 70 no les hacía falta trabajar para subsistir. Y es así, aunque no en toda su plenitud. En el caso de Barcelona, no fue lo mismo pertenecer a la Gauche Divine que a los movimientos de la contracultura. No fue lo mismo deambular por Boccacio, en la zona alta de la ciudad, que en el Bar Kike con Paca La Tomate, o El Espigón o el Dickens cuando todavía estaba en vigor la Ley de Peligrosidad Social y los Movimientos de Liberación Homosexual, así los denomina Nazario en un libro que acaba de reeditar el Ayuntamiento de Barcelona en una colección titulada “Biblioteca Secreta”, se reivindicaban por el conocido Barrio Chino, ahora Raval, entre prostitutas de todo tipo.
Lo canalla mola. O el recuerdo de una época de mucho desasosiego y frustración, pero que provocó una expansión de creatividad que ahora se envidia. ¡Y sin patrocinador!
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Álex Sàlmon és periodista, analista a Catalunya Ràdio, Tv3, TVE i Ràdio 4. Professor de periodisme a la UAO i a la UIC.
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