Durante una época Barcelona fue una ciudad canalla. El término no tiene por qué ser negativo. A los periodistas nos denominan en muchas ocasiones como “la canallesca”. Ya ven. Existe una cultura underground que encuentra el hecho creativo en la contracultura, en lo marginal, en aquello que Vázquez Montalbán denominó subcultura por primera vez en la revista Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, CAU. Subcultura como aquello que la voluntad política no puede controlar y se muestra a merced de las “necesidades del pueblo”, según Montalbán.
Barcelona fue durante años canalla porque se alineó con una cultura que se movía en paralelo a la oficialidad franquista. Hablo de los años 60, 70 y, ya en decadencia, principios de los 80, cuando arrancó otra época. La del diseño. El glamour, por todo lo obscenamente vivo, ha convivido en la ciudad como algo que superaba lo puramente cultural. Las putas, los contrabandistas y los ladrones de navaja no son en sí mismos algo donde se pueda plantar la etiqueta de cultura. Sin embargo, todo lo que rodea los ambientes bajos por donde habitan estos mismos personajes, sí.
El Barrio Chino barcelonés motivó muchos relatos de este tipo. Gente de mal vivir, mezclada con creadores de una alta sensibilidad que recogían ese halo como herramienta de inspiración. Los 60 fueron proclives en formular estas mezclas en lugares como las Ramblas, con permiso de la Sexta flota americana, fundamental para entender todo aquello, gracias al dinero que aportaron al comercio legal e ilegal del barrio.
El olor de esa Barcelona que fue, y muchos nostálgicos añoran como si fuera una forma de reivindicación, pero también de perder el tiempo, porque no hay mejor tiempo que el que uno vive (aunque sea a la fuerza), se borró más aún con la muerte a los 84 años de Pedro Moreno, conocido como Violeta la Burra. Ella perteneció a ese mundo del cabaret y transformismo que mantenía libre de franquismos rancios a la república independiente del Barrio Chino.
Actuó en locales como Los Claveles, El Andalucía de Noche, el Jardines y de allí al Bagdad o al Barcelona de Noche. Todos ellos fueron las señas de identidad de personajes como Nazario, Ocaña o Madame Artur. Por esas mismas calles pasearon, en épocas muy diversas, escritores como Jacinto Benavente, Jean Genet o André Pierre Mandiargues, autor de Al margen (Le marge) con la que logró en 1967 el premio Goncourt.
“Hay que ver, hay que ver, hay que ver, lo que tengo que hacer ‘pa’ comer”, cantaba Violeta. Lo entonaba una y otra vez mientras recorría algunos locales de la Barcelona del Eixample. Los que rodean el Dry Martini, su local preferido. Saludaba por la calle a todos como si todos fueran especiales, cuando la protagonista era ella. Muy discreta, siempre salía por la tangente cuando la pregunta iba directa a un recuerdo del pasado. “Me hicieron sufrir muchos hombres”, repetía mientras te ofrecía una rosa.
Barcelona está dejando morir una parte de su historia, afortunadamente muy fotografiada y no tan documentada, como si no tuviera importancia. No existe una obsesión reivindicativa. Los cambios generacionales acostumbran a ser egoístas. Pero la marcha de una de las últimas protagonistas debería ser un signo de preocupación. Fue genuina, de las que vivió por la calle de Las Tapias en toda su dimensión. Cuando la cultura legalizada se perdía por aquellos locales mal olientes para poder respirar con cierta libertad.
La exposición en el Palau Robert sobre la Gauche Divine y el libro de Toni Vall sobre la sala Boccacio, Donde ocurría todo (Destino/Columna), son una demostración del interés que existe por esa época de la ciudad. Lo de la Gauche eran los culturetas de la zona alta. En este caso nos referimos a los que hicieron que esta ciudad fuera divertida y abierta, mientras España era gris.
Por ello es necesaria una movilización en relación a aquella Barcelona de los 60 y 70. Y También de los 40 y 50. Aquella que refleja la novela de Eduardo Mendoza, Una comedia ligera. Una ciudad culta, elegante en el Eixample, fogosa y canalla en la Rambla, y repleta de secretos.
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Álex Sàlmon és periodista, analista a Catalunya Ràdio, Tv3, TVE i Ràdio 4. Professor de periodisme a la UAO i a la UIC.
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