A veces pienso en la invasión que provoco cuando entro en la casa de algún escritor. Allí adentro hay mucha información, refleja el espíritu de sus vivientes. Yo miro, busco aquello que me ayude a entender quién es la persona que he de retratar.
Recuerdo la casa de Albert como un espacio funcional, austero, solo lo necesario para escribir sin que nada le desconcentre. Una mesa, una silla, una cafetera. Pocos objetos de los que, sin embargo, salen enormes novelas. En aquel entonces, ‘Victus’. En el futuro, quién sabe.
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