La última edición de Talking Galleries* que tuvo lugar los días 21 y 22 de enero, presentó el muy necesario debate “Mujeres artistas en el mercado”. Moderado por Anny Shaw, periodista de arte en The Art Newspaper, tuvo como panelistas a Vanessa Carlos, directora de la galería londinense Carlos/Ishikawa y fundadora de Condo, proyecto internacional de intercambio entre espacios artísticos; Clare MacAndrew, directora Ejecutiva en Arts Economics (Dublín); y Lisa Schiff, presidenta y fundadora de Schiff Fine Art (Nueva York), consultoría de arte privada para coleccionistas especializada en arte moderno y contemporáneo.
Como expuso Llucià Homs, director y fundador de Talking Galleries, la sesión tuvo como objetivo discutir “la razón por la cual existe una situación injusta con respecto a las mujeres artistas”. Debemos desgranar y entender los motivos endógenos y exógenos, ir a la raíz del problema para poder proponer soluciones realmente efectivas y acelerar la actual tendencia hacia una mayor paridad. Trazar un estado de la cuestión es un primer paso hacia la transformación de unas estructuras que sabemos desiguales. En este punto, las aportaciones de Clare MacAndrew arrojaron luz sobre un panorama no siempre tan transparente y permitieron vislumbrar una situación que no siempre se intuye tan desigual.
La misma Clare MacAndrew confesó verse sorprendida por la enorme brecha de género existente en el mercado del arte. Debo reconocer que mi asombro no fue tal. Las estadísticas que MacAndrew aportó reflejan perfectamente el modo en que opera el mundo del arte. Sabemos desde hace tiempo que ha sido y sigue siendo absolutamente patriarcal.
El mercado del arte (que no es lo mismo ni opera del mismo modo que el mundo del arte) no sólo no es una excepción, sino que refleja de manera más acusada esa diferencia. Si en los últimos años la última ola feminista ha conseguido que las artistas estén ganando terreno, no ha habido ninguna revolución en el mercado del arte. La nueva situación no ha logrado traducirse en un aumento significativo de las ventas y ni de los precios.
Vayamos antes de nada a los números. MacAndrew dio cuenta de la discrepancia existente entre los precios de las y los artistas, con una brecha en la subasta de hasta el 50%. Igualmente, si nos fijamos en las cinco artistas más vendidas en subasta, el valor de sus ventas equivale aproximadamente a una quinta parte del valor de los artistas masculinos.
En promedio, el 36% de los artistas representados por galerías son mujeres y juntas aportan únicamente alrededor de un tercio de los ingresos. Sin embargo, la brecha de género parece aumentar cuanto más consagrado es un artista. Entre las artistas establecidas, las mujeres representan solo el 32%, mientras que para los artistas emergentes la proporción es del 43%. Es decir, “hay menos artistas exitosas que hombres”. Tampoco nos debe extrañar que “las disparidades tiendan a ser mayores en los países que en general tienen mayores disparidades de género”. Un mercado del arte desequilibrado es reflejo de una sociedad a la par desigual.
En cualquier caso, ¿cómo debemos entender que haya menos representación femenina en las galerías cuando nos fijamos en artistas establecidas? Las estadísticas por sí solas poco aportan. Necesitan ser interpretadas. McAndrew apuntó que podíamos verlo de manera positiva y entender que esa diferencia se debe a que el sesgo está cambiando y que nos dirigimos hacia una mayor paridad. Pero también podemos extrapolar una lectura menos optimista. No hay que perder de vista el llamado “techo de cristal”. Parece que a las mujeres se nos deja avanzar, pero, llegadas a cierto punto, nos topamos siempre con un muro invisible que no nos permite subir a “lo más alto”. Las mujeres al mando de centros de arte y museos son una minoría, las artistas raramente están entre las más cotizadas… En esto, el mundo del arte no es una excepción. Tampoco encontramos mujeres entre los Ceos de las empresas con más capital, ni entre las deportistas mejor pagadas, las actrices durante muchos años han cobrado menos que su contraparte masculina…
Por un lado, como indican los estudios generales, las mujeres recibimos un salario inferior por un mismo trabajo. Por otro, la división del trabajo sigue jugando en contra de las mujeres. A nosotras nos corresponden los trabajos reproductivos, las labores de atención, las tareas de cuidados… Lo que hacemos las mujeres se consume en sí mismo. Tradicionalmente, nuestro trabajo no ha tenido valor público ni un largo alcance en el tiempo. La creación de valor simbólico y cultural ha sido territorio masculino.
Clare McAndrew se preguntaba si las mujeres y los hombres hacían cosas diferentes. Y si lo hacían, por qué los valoramos de manera diferente. Merece la pena poner sobre la mesa algunos de los estudios llevados a cabo por el Profesor Roman Kräussl de la Escuela de Finanzas de Luxemburgo. En dos experimentos dirigidos por Kräussl, se pidió a miles de participantes que adivinaran el género del artista responsable de algunas obras de arte sin etiquetar y que luego las tasaran. Los resultados muestran claramente un sesgo favorable a aquellas que creían realizadas por hombres, siendo especialmente grande la diferencia cuando quien opinaba era un hombre rico. Otro experimento involucró a 2.000 participantes, quienes clasificaron obras de arte generadas por el algoritmo DeepArt, que a su vez había atribuido arbitrariamente identidades masculinas y femeninas a los creadores ficticios. Aquí, aunque en general el género no tuvo ningún efecto en la clasificación del trabajo, los encuestados varones ricos que con frecuencia visitaban galerías nuevamente tendían a tasar las obras que creían que eran de artistas masculinos por encima de aquellas que creían realizadas por mujeres. Tal y como expresó Lisa Schiff “la subasta es la parte capitalista más exacerbada del mundo del arte, y está dominada principalmente por hombres blancos”.
Cuando hablamos de mercado del arte, está claro que la brecha de género no viene dada por las características del objeto de arte -las técnicas, los temas, el tamaño, los colores…- sino en el hecho de que quienes compran, en su mayoría varones ricos, valoran muy por debajo las obras realizadas por mujeres. Obviamente, la raíz del problema no es únicamente que infravaloren a las artistas, sino que quienes disponen del capital necesario para realizar las compras siguen siendo en su mayoría hombres.
En este sentido, uno de los puntos clave lo aportó Vanessa Carlos al recordar que no solo tenemos que hablar de mujeres, sino de todos aquellos sujetos que no se corresponden con hombres blancos heterosexuales. Tenemos que hablar de personas no binarias, de personas racializadas, de personas con diversidad funcional… “El feminismo tiene problemas con la exclusión de otras comunidades oprimidas. El feminismo es un poco demasiado blanco. Y ese es el trabajo que nos queda por hacer”. Así, en las estadísticas, debemos introducir todas esas casuísticas para darnos cuenta de que en un panorama aún dominado por hombres blancos ricos son muchos los sujetos invisibilizados. Vanessa Carlos recalcó que “si la estructura de poder en la que todos estamos habitando sigue siendo imperialista, supremacista blanco y capitalista patriarcal, por supuesto, todo lo que circule seguirá esa estructura, por supuesto, los datos se verán así. Podemos tomar ciertas actitudes, pero es síntoma de un problema mayor”.
Afortunadamente, como Vanessa Carlos arguyó, cada vez hay más hombres que participan activamente en el debate. Artistas blancos heterosexuales están hablando sobre los problemas de la masculinidad tóxica. El feminismo no es una lucha entre sexos, sino una batalla conjunta hacia la igualdad. Por eso, como se apuntó al final del panel, las cuotas no son la solución. Son un mero parche que intenta evitar que el agua se desborde pero que en ningún caso termina con el escape. Vanessa Carlos apuntó que “las nuevas generaciones están más comprometidas. Hay una lucha micro todos los días. Estamos en un momento de micro-activismo. Si haces algo en tu entorno inmediato y es una forma mucho más poderosa, entonces puedes exponer esas acciones a través de redes sociales”. La lucha es, entonces, diaria. Estamos apenas comenzando un largo camino hacia la igualdad. Pero ese camino jamás lo podemos tomar de forma individual. Es un viaje colectivo que nos incluye a todxs.
*
Gisela Chillida és historiadora i crítica d’art
TALKING GALLERIES es una plataforma abierta para galeristas y profesionales del arte para discutir e intercambiar ideas sobre nuevas tendencias y temas específicos del sector de las galerías de arte. Figuras destacadas del mundo del arte y profesionales del arte se reúnen para debatir el impacto posterior de estos cambios, compartir y presentar experiencias y repensar modelos, creando un entorno ideal para la investigación y el intercambio de conocimientos.
Be First to Comment