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Gisela Chillida. ¿Y si Banksy fuera una mujer?

El mundo del graffiti es mayormente masculino. Si la representatividad femenina en los museos está muy por debajo de la de los hombres, su presencia en la calle es aún menor.
Explicar las cifras no es complicado si entendemos que mujeres y hombres usan, ocupan y experimentan la ciudad de manera distinta. En la calle, nosotras debemos estar alerta: vigila qué te pones, vigila por dónde vas, vigila no vayas sola… Lejos de ser un espacio neutro, las ciudades reflejan unas dinámicas de poder: vías, parques, plazas y transportes se han diseñado desde un punto de vista androcéntrico y capitalista que prioriza el trabajo productivo.
Ser graffitero no es fácil. Hay que arriesgar: subirse a andamiajes, dominar grúas, escalar paredes, salir de noche, afrontar multas o exponerse a ser detenido. Para una graffitera el atrevimiento es doble.
Con un estilo perfectamente reconocible a camino entre el aire siniestro de Mark Ryden, el romanticismo oscuro de Junko Mizuno y los simpáticos monigotes de Vaughn Bodé, Miss Van es una de las pioneras del street art femenino. Empezó a pintar en 1993, cuando tenía 20 años y desde entonces ha viajado por todo el mundo con sus sprays. Originaria de Toulouse, ha pasado la mayor parte de su vida artística en Barcelona.
Las Poupées -como ella llama a sus chicas burlesque de ojos almendrados, pestañas postizas y voluptuosos labios carmesí- son tan delicadas como enigmáticas, tan sensuales como tristes, tan dulces como provocadoras. Miss Van, lleva décadas llenando las paredes de modelos curvy que forman ya parte del imaginario barcelonés.
Su musa: su abuela. Para Marina Capdevila, ilustradora y graffitera de Barcelona, hacerse mayor puede ser divertido. La edad no es impedimento para ir en moto, salir de carnavales por las calles de Brasil o jugar al baloncesto. Y aunque el médico pueda opinar distinto, pasados los sesenta aún podemos fumar, beber vino o comer donuts rebosantes de azúcar multi-colores.

Ser viejo es cool y nunca es demasiado tarde para tener una primera cita. Exageración e ironía son la clave de estos enormes murales que celebran la vejez como una etapa llena de posibilidades y proyectos de futuro. Los entrañables, irreverentes y joviales abuelitos de Marina Capdevila se pueden ver en la fachada de un edificio de su natal Falset, en un colegio de Miami, en un resort en Suiza o un pueblecito turístico del suroeste italiano.
Heredera confesa de Escher, Cinta Vidal pinta escenografías ingrávidas. En algunas, la tensión centrípeta lo ancla todo en un punto, en otras, la fuerza centrífuga expulsa los objetos con la fuerza de un huracán. Mundo de arquitecturas imposibles, sus casitas tienen paredes que también son suelos, techos en los que te puedes sentar y balcones que a su vez son azoteas.

Equilibrio perfecto entre la razón y la locura, la perspectiva múltiple de sus murales es un ejercicio matemático preciso que da lugar a diferentes puntos de vista. Cinta Vidal sabe que vivimos en un mundo desencajado donde todo depende de cómo se mire. No hay ley que valga para todos.

Las realidades de Escher también han influenciado el universo psicodélico de Irene López León, cóctel perfecto entre los ritmos de Kandinsky, los paisajes metafísicos de De Chirico y las percepciones alteradas Yayoi Kusama. Esta artista autodidacta descubrió la pintura haciendo trabajos de albañilería en un hostal de Kuala Lumpur. Mientras ella rascaba y pintaba paredes de blanco, otra chica pintaba los murales. Cansada de la monotonía, pronto decidió cambiar la espátula por el pincel.

Desde entonces no ha parado de pintar y sus composiciones sincopadas se pueden ver en Barcelona, Hospitalet de Llobregat, Cantabria o Valencia. Entre el mundo digital, el glitch art o la estética vaporwave, sus paisajes surrealistas e hipnóticos de colores neón nos sitúan en algún lugar entre el consciente y el inconsciente, la realidad y el sueño. Atardeceres y amaneceres para mirar, flotar y dejarse llevar.

Amaia Arrazola abandonó “un buen trabajo” para poder dedicarse a lo que más le gustaba: dibujar y pintar. Dejó entonces Madrid para trasladarse a la ciudad Condal. Recién llegada a Barcelona, decidió iniciar una terapia de choque para familiarizarse con su nueva residencia: haría un dibujo al día. Finalmente fueron siete meses de mucho voyeurismo que terminaron dando a luz a Amaia was here, proyecto que la llevó a Japón y que se pudo ver también en la galería barcelonesa Miscelanea.

Su bestiario de personajes coloridos delineados en negro -zorros, tigres, unicornios, corazones y calaveras- se ha paseado por calcetines, un Seat Ibiza, el cartel de Barcelona Anti-masclista o una serie de micropoemas escritos por Isabel Sánchez Vergara. En Miami realizó un mural en homenaje a Matoaka (también conocida como Pocahontas), una psicopática historia de rapto y violación que nada tiene que ver con la aventura amorosa que inventó Disney. En París pintó una chica y una calavera, en Madrid una sirena de tres ojos y en Pamplona un gran tótem zorro-manzana-tigre-calavera de 12 metros de altura.

Trabajo híbrido entre la ilustración y el diseño gráfico, los murales de estilo retro de María López (a.k.a.minuskula) se apropian del lenguaje de la publicidad para lanzar sentencias empoderadoras -“I feel great” o “Esperanza”- y máximas que actualizan el refranero popular -“Quien siembra, recoge” o “Leña vieja, fuego malo”-. Artista especializada en lettering, ilustración y muralismo originaria de San Sebastián, es también pieza clave del estudio gráfico Reskate Arts & Crafts. Junto a Javier de Riba realiza intervenciones luminiscentes influenciadas por la rotulación clásica que buscan integrarse en el entorno donde trabajan para homenajear y recordar historias e identidades del lugar.

Si Virginia Woolf pidió una habitación propia para poder trabajar, Miss Van, Marina Capdevila, Irene López León, Amaia Arrazola, María López (a.k.a.minuskula), Mina Hamada, Anna Taratiel (a.k.a. Ovni) , B-TOY, el colectivo Vegan Bunnies, Pat Brazil, Nuria Toll, Daniela Carvalho, Laura Carillo (a.k.a. LaCastillo), EmilyE y muchas otras graffiteras reclaman la calle como campo de acción.

Nadie sabe quién es Banksy pero todo el mundo supone que es un hombre. ¿Por qué no podría ser una mujer?

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Gisela Chillida es crítica de arte y curadora independiente.

Published inCosmopolitisme o el retorn al boscPeriodisme cultural i altres pistesPUBLICACIONS

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